Foto: J.X.
Aunque nos encontramos en un bar de mala muerte, hay días en que abunda el ruido alocado de la vida, y se hace difícil hablar. Una o dos voces estentóreas son capaces de acabar con el sosiego que necesito para escuchar a mi compañero de bar. De todos modos, pese al jolgorio que suena y resuena en una de las mesas, escucho con atención lo que me cuenta (esta vez no me habla mediante susurros y le oigo mejor).
Ayer por la mañana, me dice, la mano de la novia muerta se posó en su mano y lo condujo hasta el balcón para que no se olvidara de regar las plantas. Si no llueve, hay que regarlas por lo menos cada dos días. Las plantas y la flores son muy frágiles, y pueden morir de delicadeza por culpa de nuestra indiferencia, si no las miramos y las atendemos como es debido, concluye mi compañero de bar.
No hablamos más. El ruido nos expulsa del bar de mala muerte.
Comentario de "Una lectora corriente":
ResponderEliminarDejar morir de sed a las plantas es como matar el pasado y no esperar nada del futuro.
Hay que cuidarlas y dejar que florezcan para mirar el balcón con optimismo.