William Hogarth, "El músico enfurecido"
"Mañana, mañana es el gran día, / no lo deje escapar, / vea la coronación, / con tapas alegres en el bar", canta la dueña del bar del barrio.
Será una fiesta austera, como demanda el estado de crisis, comenta el politólogo.
No seré yo quien deje de celebrarlo por todo lo alto!, exclama la cuñada del dentista dando un saltito.
No salte tan alto que se caerá!, responde la sobrina de la peluquera.
Pues mira, nena, explica el poeta romántico, por una mala caída en mi infancia me quedé cojo del pie izquierdo.
Caramba, no lo sabíamos, ¿lo dice en serio?, pregunta la nieta del anarquista imitando el andar pausado del poeta cojo.
Y tanto, y tanto, lo que pasa es que se trata de una cojera leve y apenas se me nota, responde el poeta romántico levantando el pie izquierdo.
"Entre el clavel y la rosa, su majestad es...coja", como decía Quevedo, comenta la librera del barrio.
Nadie habla de la huelga de hambre del profesor de Mallorca por la lengua catalana, dice la nieta del anarquista.
Por consejo médico ha dejado ya de hacerla, apunta la hija de la bibliotecaria.
Las huelgas de hambre ya no se llevan y la gente se ríe del tonto que la hace, comenta la cuñada del dentista.
Como praxis política fue muy importante en los tiempos de Gandhi, comenta el politólogo. Y quizá volvería a serlo si la hiciera una persona de renombre, como Obama, Rajoy, Mas o Messi, por ejemplo.
O la reina de Inglaterra o el Papa Francisco!, añade la sobrina de la peluquera.
Nena, no blasfemes, que siempre estás igual!, responde la cuñada del dentista.
La huelga de hambre es una acción política muy noble, haga quien la haga, explica el politólogo. Pero la eficacia de la misma ya es otra historia en estos tiempos que corren, tan frívolos, con el cuerpo político y mediático siempre de juerga.
Hay un relato satírico de Jack London sobre la huelga general, dice la librera del barrio.
Entre poetas cojos y huelgas de hambre, esto parece un viejo hospital, anímense, que hoy juega la Roja y mañana coronación!, exclama el humorista.
Eso es, así me gusta, fútbol, coronación y dos tapas por el precio de una!, anuncia la dueña del bar.
Pues a mí me reserva dos consumiciones de "borbón- tonic", digo, de "bourbon-tonic", pero al precio de una!, exclama el humorista.
En este país nuestro ya nada se respeta, ni coronaciones ni huelgas de hambre ni nada, y así no hay quien escriba una oda, un poema de celebración, como hacen en Inglaterra!, se queja el poeta romántico.
No se queje tanto, poeta, que le va a subir la cojera y se le va a notar el pie cojo!, responde el humorista del barrio.
Mientras no cojee el pie de mis poemas!, contraataca el poeta romántico.
Menos cojeras y más gasto en tapas, resume la dueña del bar.
¿Gasto público o privado?, pregunta el politólogo del barrio
Equipo Crónica, "Las meninas"