miércoles, 22 de febrero de 2023

TRANSFIGURACIÓN

Foto: J.X.

Era su único modo de vida: transitar por la ausencia.

Después del amor a tiempo y del amor a destiempo, aquí, en ese tránsito por las sombras, caben los restos de todo el amor del mundo.

Era un modo de amor, ese constante cruzar a través de la ausencia..., ese tránsito de vivir postrado en la caída..., cerrando los ojos en la ceniza de las flores de la muerte, en la ceniza de la flor.

Preservar la ceniza de la flor, oculta bajo la piel. Preservarla, de manera que se confunda con la postrera ceniza del cuerpo y el alma.

Vivir el amor en aquella ausencia, en aquella muerte..., en la flor de ceniza oculta bajo la piel, cuyo perfume irá más allá de la muerte..., en la ceniza.

La ceniza de la flor, escondida bajo la piel..., perfumando la transfiguración última que se esparce en lo alto del vacío..., alejándose sobre el mar, hacia...

En su vida tenía un solo compromiso sagrado: acudir a la cita semanal de los sábados, por la mañana, a primera hora, con la novia muerta. Después de la cita pactada en secreto, debía cruzar la ausencia que se convertía en niebla entre las calles de arriba, para luego ir descendiendo, con la niebla, hasta las callejuelas de abajo, y adentrarse en el lugar recóndito donde acaba la ciudad y comienza el mar..., con la ceniza de la flor recogida por el viento y custodiada más allá del horizonte del mar, donde son lavadas con sangre sacrificial las deudas amorosas del cuerpo y el alma.

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