Foto.J.X.
En uno de los bolsillos llevaba una incierta cantidad de amor.
En el otro, había una incierta cantidad de esperanza.
Nunca supo calcular qué cantidad de amor, ni cuánta esperanza ocultaba en los bolsillos secretos.
El paso del tiempo gastó y agujereó la tela de los dos bolsillos de la chaqueta. De modo que buena parte de las cantidades de amor y esperanza que guardaban, se fueron escurriendo por los agujeros de los bolsillos mientras vagaba por calles oscuras, húmedas, por callejuelas de mala muerte.
No siempre es recomendable ni previsor hacer confeccionar bolsillos de doble fondo en chaquetas o abrigos, ya le había advertido una amiga modista.
Porque es posible que, sin darte cuenta, la falsa seguridad del doble fondo te haga perder todo el amor y la esperanza que eran tuyos, y te encuentres solo en la calle, con las manos vacías. Sin saber qué hacer con tanta ausencia alrededor, con los bolsillos y las manos agujereadas. Como así fue.
Doble fondo. Como el doble fondo que la muerte cose en un órgano del cuerpo, y lo va gastando con el filo ineluctable de los días y las noches, hasta formar un agujero por donde se derrama la sangre y se escapa el alma.
Los dobles fondos nunca son de fiar. Al principio te sientes seguro con tener bolsillos para guardar tus cosas más intimas, pero a medida que va pasando el tiempo, como le sucede a casi todo, los bolsillos empiezan a dejar escapar aquello que tu creías bien guardado.
ResponderEliminarMireia Puertas
ResponderEliminarEduard Sanahuja
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