Foto: J.X.
Iba siempre demasiado abrigado, como si así tratara de ocultar mejor sus heridas. Al no mostrarlas en público, en carne viva, se sentía más seguro para salir a la calle y comenzar de nuevo a pedir perdón.
Tanto en la calle como en las tiendas y bares que frecuentaba, pedía perdón a menudo, de repente, sin venir a cuento.
Rogaba a conocidos y desconocidos que le perdonaran por lo que había hecho. Sin embargo, nadie sabía qué era lo que había hecho. Unos lo miraban con estupefacción. Otros, que ya lo conocían del barrio, no le hacían el menor caso y sonreían. Él, a su vez, había perdido la memoria de lo sucedido y era incapaz de explicarlo.
Pero, fuera lo que fuese lo ocurrido y que él ya no recordaba, seguía pidiendo perdón merodeando por las calles y entrando a bares y tiendas, dirigiéndose a conocidos y desconocidos.
“Por favor, perdónenme”, suplicaba, bajando la cabeza, como si fuera un extraño que se pone a la cola de un Vía Crucis callejero.
Comentari Lluís Nadal:
ResponderEliminarLas Iglesias y los Estados nos tenían malacostumbrados con sus culpas pueriles. Luego, aun desvelado el engaño, permanece la culpa por más oculto que esté el pecado.
"Potser aquesta culpa sigui la recança per tants oblits."
Comentario de "Insurrecta":
ResponderEliminarPedir perdón por algo que no recuerdas es la manera de sentirse aceptado por todos aquellos a quien, sin ahora recordarlo, les has podido hacer daño. Un buen sistema para estar seguro de que ya no le debes nada a nadie y poder ir tranquilo por cada bar, por cada, esquina, por cada camino.