Foto: J.X.
No poder hablar nunca más con otra persona, con una persona querida; sobre todo, no poder hablar jamás con la persona más querida, es el gran peso, el peso insoportable de la ausencia.
Y más aún, cuando no confías en la mediación de los ángeles ni de los espiritistas, como era su caso -me explicaba en el bar, cuando volvía de brindar con la novia muerta, ya sin el botellín de champán, que había tirado en una papelera; con las dos copas en la bolsa envueltas aún en hojas de periódico, para no levantar sospechas al salir del cementerio.
Eso es lo que contaba en el bar, entre una cerveza y la tristeza deformando el ojo derecho.
Comentario de una "Vecina de la Pensión":
ResponderEliminarPara que la ausencia no se transforme en incomunicación, para llegar a conversar con el ser querido no hace falta la mediación de los ángeles ni de los espíritus, basta con entender el silencio que llega tras el deseo de sentir su voz.