Foto: J.X.
Aunque
tenía fama de ser una persona dulce, dicen que se fue acostumbrando
a distanciarse de la gente en su vida diaria.
Cuando
se despedía de alguien, primero levantaba un poco la mano,
saludando, y después de un rato decía adiós y alguna palabra más.
Solía ser un adiós suave, dulce. Pero, al tardar en pronunciarlo,
la otra persona ya se había alejado tanto, que no podía oír la
despedida.
De
modo que todos se iban sin conocer la dulzura de su adiós, de su
despedida. Llegaba siempre demasiado tarde.
No
lo hacía a propósito, sino que era su manera de vivir y de
despedirse así de la gente -con lentitud y a cierta distancia,
cuando las palabras amables o amorosas ya no eran audibles.
És difícil despedir-se dolçament i aquest poema ho explica.
ResponderEliminarI encara és més difícil trobar algú que dolçament vol despedir-se. Potser per això qui ha de rebre aquest adéu no se'n adona.