Foto: J.X.
Esta
palabra es un silencio.
La
frase aún no está escrita.
El
silencio se ha anticipado.
La
frase sí que estaba escrita y se componía de ocho palabras, pero el
silencio se ha anticipado.
No
es que las haya borrado.
Las
ha convertido en silencio.
Ocho
silencios.
Ocho
silencios bastan para vivir o para morir.
También
un silencio es suficiente.
Para
vivir o para morir, basta medio silencio.
Menos
aún, menos aún.
No
eran necesarias las ocho palabras, los ocho silencios.
Bastaba
con uno, o menos todavía.
Para
vivir, para morir.
Una
vez dicho, ya era bastante.
Una
vez callado, era suficiente.
El
silencio, una vez dicho, no se puede borrar, no se puede corregir.
Es
inútil cualquier intento.
Tan
inútil como este poema, que palabra a palabra, verso a verso, se
vuelve silencio.
Los
espíritus mueven la cabeza, señalando que las palabras no suenan
bien hoy en el bosque. Bajo el peso del silencio, las palabras no
resisten, quedan abolidas, se vuelven silencio. ¿Cuánto pesa este
silencio?
Los
espíritus no lo dicen, tampoco lo callan, simplemente indican, sin
palabras, que algo no van bien hoy.
Los
espíritus del bosque no señalan otra cosa.
Él
tampoco señala nada, tampoco añade ni medio silencio más a todo
este silencio.
El
corazón de la novia muerta en la boca, disolviéndose como una
píldora bajo la lengua, sangrando.
No
resuena ninguna voz en el interior de una piedra.
Es
el silencio.
Tal
vez mañana, en el bosque..., un rumor, el crujido de una rama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.