lunes, 22 de junio de 2020

CUANDO LAS PALABRAS SE VUELVEN SILENCIO


Foto: J.X.

Esta palabra es un silencio.
Con esta palabra se añade otro silencio a la frase.
La frase aún no está escrita.
El silencio se ha anticipado.
La frase sí que estaba escrita y se componía de ocho palabras, pero el silencio se ha anticipado.
No es que las haya borrado.
Las ha convertido en silencio.
Ocho silencios.
Ocho silencios bastan para vivir o para morir.
También un silencio es suficiente.
Para vivir o para morir, basta medio silencio.
Menos aún, menos aún.
No eran necesarias las ocho palabras, los ocho silencios.
Bastaba con uno, o menos todavía.
Para vivir, para morir.
Una vez dicho, ya era bastante.
Una vez callado, era suficiente.
El silencio, una vez dicho, no se puede borrar, no se puede corregir.
Es inútil cualquier intento.
Tan inútil como este poema, que palabra a palabra, verso a verso, se vuelve silencio.

Los espíritus mueven la cabeza, señalando que las palabras no suenan bien hoy en el bosque. Bajo el peso del silencio, las palabras no resisten, quedan abolidas, se vuelven silencio. ¿Cuánto pesa este silencio?
Los espíritus no lo dicen, tampoco lo callan, simplemente indican, sin palabras, que algo no van bien hoy.
Los espíritus del bosque no señalan otra cosa.
Él tampoco señala nada, tampoco añade ni medio silencio más a todo este silencio.
El corazón de la novia muerta en la boca, disolviéndose como una píldora bajo la lengua, sangrando.
No resuena ninguna voz en el interior de una piedra.
Es el silencio.
Tal vez mañana, en el bosque..., un rumor, el crujido de una rama.

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