Bueno,
por fin se acaba esto del 155, entre hoy y mañana, comenta el
politólogo del barrio.
Pues
algunos, nostálgicos, ya piden que continúe y se endurezca más,
advierte la vidente.
Claro
que sí, con lo bien que estábamos ahora, poniendo orden y
devolviendo cada cosa a su sitio, replica la cuñada del dentista.
Un
poco de orden, diga que sí, añade la vecina taxista.
El
otro día fuimos a la playa de la Barceloneta y la dejamos
rojigualda, añade un desconocido.
¿Después
del golpe de palo y bandera a un guardia municipal para sacar el lazo
amarillo del Ajuntament?, pregunta la nieta del anarquista.
No
hubo tal golpe, se cayó solo, indica el desconocido.
¡Hombre,
no me diga, primera noticia!, exclama el periodista en paro.
Pues
nosotros pusimos toallas amarillas en la playa de Mataró, replica la
sobrina de la peluquera.
Hoy,
como cada miércoles, en el barrio habrá canciones y lectura de
poemas reivindicando a los presos políticos, comenta el periodista en
paro.
Dice
el novio de mi madre -uno de esos emprendedores de ahora-, que de
haber seguido así, con el 155 y cada vez con más agresiones en las
playas, habríamos acabado con la bicoca, con el chollo del turismo,
apunta la hija de la bibliotecaria.
Por
favor, no banalicemos, comenta el poeta romántico.
Más
mujeres en la Generalitat, de conselleres, así me gusta, indica la
hermana del informático.
¿Qué
les parece lo de Italia?, ¡saben vivir sin gobierno, hunden las
bolsas, engordan a la prima de riesgo y su cuñado y siguen cantando
napolitanas, a ver si aprendemos de Roma, la legendaria, la eterna,
como diría el poeta Valentinus!, anuncia el humorista.
¡Marchando, una de spaghetti y otro carajillo, y viva Sofía Loren y Alberto Sordi!, exclama la dueña
del bar.