LA PALABRA COMO ARMA ARROJADIZA

En la vida y en la política estamos como en los tiempos de Goya, a garrotazos, dice el politólogo del barrio.
La cultura del garrote verbal, tan ibérica, ¡mientras sólo sea verbal!, indica la hermana del informático.

Sin embargo, algo hemos estudiado y evolucionado desde entonces, muchos de nosotros hemos pasado por la Universidad y nos servimos de la razón y la palabra para una mejor convivencia, dice la cuñada del dentista.

¡Pues habrán pasado de largo!, ya que no se nota ni en la vida pública ni en la privada lo que usted dice sobre la razón y la palabra, replica la sobrina de la peluquera.

¡Los gamberros, delincuentes y mal educados son los otros!, exclama la fiscal del barrio, que no es fiscal, sino vecina que fiscaliza en el bar.

La culpa es siempre de los otros, como dice mi madre..., apunta la hija de la bibliotecaria.

De todos modos, es verdad que algo hemos aprendido en los campos de fútbol de los países más cultos civilizados, y ahora sabemos utilizar la palabra como arma arrojadiza cargada de insultos, descalificaciones y calumnias, comenta el humorista.

De vez en cuando, un herido, un puñetazo, unos cuantos muertos, pero no pasa nada, la vida sigue y todos tan contentos, indica la vidente del barrio.

Hablando sin parar para destruir al otro, advierte la nieta del anarquista.
A garrotazos..., pero de otra manera, que somos ciudadanos modernos y civilizados del siglo XXI, apunta el poeta romántico.

La palabra y la calumnia, la palabra y la calumnia, repite la dueña del bar.