Dicen
que la Hacienda catalana ha robado a la Hacienda española los datos
fiscales de los contribuyentes catalanes, lee la hermana del
informático en internet.
¿Si los tiene la Hacienda española por
qué no puede tenerlos la Hacienda catalana?, pregunta la sobrina de
la peluquera.
Ni hacienda ni nada, aquí sólo hay malos recaudadores, no una verdadera Hacienda, como Dios manda, y exjueces que redactan Constituciones del Desacato, replica la cuñada del dentista.
Ni hacienda ni nada, aquí sólo hay malos recaudadores, no una verdadera Hacienda, como Dios manda, y exjueces que redactan Constituciones del Desacato, replica la cuñada del dentista.
Los
datos fiscales son sagrados, reservados, y sólo pueden ser
utilizados en caso de necesidad por las autoridades competentes,
explica la fiscal del barrio.
Si
son sagrados, y como Dios manda, ya tenemos nueva virgen o beata: la
Inmaculada Concepción de los Datos Fiscales, bromea la sobrina de la
peluquera.
Los
países más corruptos hacen bandera de la pureza inmaculada de la
economía, ¿por qué será?, pregunta el politólogo.
¿Será para tapar las propias vergüenzas fiscales, nada poéticas?, contesta con otra pregunta el poeta romántico.
Datos, confesión fiscal, que un día, cuando interese, será violada y publicada en portadas de periódicos y revistas, señala la vidente del barrio.
¿Será para tapar las propias vergüenzas fiscales, nada poéticas?, contesta con otra pregunta el poeta romántico.
Datos, confesión fiscal, que un día, cuando interese, será violada y publicada en portadas de periódicos y revistas, señala la vidente del barrio.
En
estas sociedades nuestras tan cínicas y corruptas, donde nadie
respeta nada, donde todos exhiben sus intimidades y muestran la
última basura sentimental en las redes sociales, en los programas de
radio y televisión, en películas y prensa amarilla, ¿nos hacemos
los puritanos y nos escandalizamos por la prostitución de los
sacrosantos datos fiscales?, advierte la nieta del anarquista.
Como
dice un novio de mi madre, “yo lo exhibo todo, excepto mi cartera”,
apunta la hija de la bibliotecaria.
“Yo
no tengo novia ni datos fiscales, / ¡y soy menos que nada! ”,
canta un borrachín que entra y sale del bar, imitando al mexicano Cuco
Sánchez, anuncia.
¡Como le oiga Trump!, dice el humorista del barrio.
¡Marchando,
una empanada fiscal, digo, una de atún y tomate!, exclama la dueña
del bar. ¡Como le oiga Trump!, dice el humorista del barrio.
Admitiendo que el robo con nocturnidad de datos fiscales entre Haciendas no está nada bien, cabe preguntarse: ¿Son materia reservada o un secreto a voces, cuando conviene? ¿Por qué, por un lado, este secretismo en el patrimonio, en el dinero propio y los impuestos de los ciudadanos-contribuyentes, y, por otro, el exhibicionismo social en todo lo demás de esos mismos ciudadanos? ¿Secretismo de presuntos pecadores, con derecho a confesión y arrepentimiento, previo pago o liquidación actualizada?
ResponderEliminarMariarosa Compta
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