NO HAY LÍNEAS ROJAS EN EL BAR

Mal pintan las cosas cuando, en lugar de hacer política, resolviendo los conflictos mediante la palabra, el diálogo y la negociación, se recurre a la judicialización de hechos que tienen una raíz política, comenta el politólogo del barrio.

Pero no hay que poner líneas rojas que, sumadas, acaban por fabricar la bandera roja comunista, como ha dicho el portavoz del nuevo gobierno del PP, ironiza la nieta del anarquista.

¿No querría decir la bandera roja de los indignados?, pregunta la hermana del informático.

¿Se ha levantado la veda con la detención de la alcaldesa de Berga? ¿Ha comenzado la caza política?, pregunta la sobrina de la peluquera.

¡Qué caza ni qué indignados, desacato a la ley es lo que hay y les gusta exhibir a todos estos revolucionarios!, advierte la cuñada del dentista.

Si jueces y policías no tuvieran la obligación de aplicar leyes que no resuelven problemas políticos, unas leyes que son redactadas, no por jueces y policías, sino por los diputados de los Parlamentos, ¡no lo olvidemos!, y que sólo éstos pueden modificar mediante nuevas leyes, ahora no estaríamos hablando de todo esto, reflexiona la fiscal del barrio.

Por una vez, estoy de acuerdo con usted: el problema son las leyes que, con el tiempo, se vuelven antiguas y ya no son eficaces para resolver los conflictos que plantea la sociedad actual, responde el poeta romántico.

Yo no he dicho eso, pero, bueno, por una vez le acepto la interpretación, replica la vecina que fiscaliza.

Entonces, ¿por qué no se modernizan y se adaptan las leyes a la actualidad, a la realidad de ahora mismo y no a la del pasado?, pregunta la dueña del bar.

Buena, pregunta, señora, buena pregunta, dice la vidente del barrio.

"La respuesta está en el viento", canta Bob Dylan, apunta la hija de la bibliotecaria.
En la tienda tengo un libro sobre el tema de la "desobediencia civil", dice la librera del barrio.
¡Póngame otro carajillo, señora, que tanto desbarajuste a primera hora me da jaqueca!, dice el humorista.

¡Marchando, otro café con Anís del Mono!, exclama la dueña del bar.