lunes, 21 de abril de 2014

INÉDITO PARA SANT JORDI: CRISTINA PERI ROSSI, LA ALERTA Y EL XP

Me despierto después de una pesadilla. En ella, alguien me advertía que tenía que estar alerta. Como soy muy respetuosa con los sueños, especialmente si son pesadillas porque tienen mensajes de mi inconsciente, mientras me preparaba el zumo de naranja del desayuno –antioxidante y suministrador de vitamina C-, advertí que el cable del aparato tenía un pequeño corte: debía estar alerta, podía producirse un nefasto cortocircuito. Enseguida, abrí el armario de la cocina para extraer la caja de té. Oscilaba. Cuando la abro, vuelve a su lugar –al encierro- sin avisar. Tenía que estar alerta: podía romperme la crisma y tengo solo una.

Me senté en el sofá, a tomar mi desayuno de cereales. Tiene una etiqueta. La leí por primera vez. Resulta que a pesar de ser considerados una buena manera de comenzar el día, tienen grasa y sal, lo cual no es bueno para mis arterias.

Enseguida, sonó el teléfono. Era Susana González de una compañía de electricidad que me deseaba los buenos días y me preguntaba si yo era quien soy. La dije que tengo mis dudas, hay días en que no estoy muy segura de si soy yo o la consecuencia de una serie de despropósitos, el primero, el matrimonio de mis padres. El segundo, no haber usado condón a tiempo... Pero como sea quien sea soy bien educada, le respondí.
Me ofrecía un descuento en el consumo. Ahí sí, ahí no caigo. Ya me vendieron preferentes por teléfono -una directora de oficina de la Caixa que se decía mi mejor amiga-. Ninguna empresa me va a ofrecer un descuento a cambio de nada. Corté. Me fui a duchar.

En ese momento recordé que el casero al que no conozco a pesar de alquilar el apartamento desde hace diez años, con sus subidas elaboradas por un siniestro despacho de abogados bien ubicados, eso sí, en Rambla Cataluña, nunca hizo un solo arreglo en la casa y que la última vez que se me rompió la ducha –hace solo dos meses- el obrero, un emigrante latinoamericano, como yo, me dijo que
las tuberías están podridas porque todavía son de plomo y despiden un óxido que seguramente afecta a mis contaminados bronquios. Tengo que estar alerta.

Iba a entrar a la ducha cuando sonó el interfono. Era el portero: “Cristina, no abras a nadie que hay una banda de cacos que se hacen pasar por empleados de telefónica y te fotocopian la casa para robar.” Tarde: ayer le había abierto la casa a un agradable empleado de telefónica solo porque había sido muy amable y locuaz, algo insólito...Tengo que estar alerta.

Conseguí ducharme y me dispuse a escribir un artículo sobre la violencia de género, de la cual tengo amplia experiencia por ser hija de mi difunto padre y paciente de un médico que me violó de chica.
Pero sonó el móvil. Era un mensaje de la compañía diciéndome que en los próximos meses iban a renovar el sistema operativo y si no enviaba urgentemente cien euros a la cuenta que me suministraban, se verían obligados a bloquear mi móvil. Tengo que estar alerta. Pensé que era un mensaje falso y llamé a una amiga para confirmarlo. Me dijo que no podía atenderme porque iba conduciendo por una calle levantada por el Ayuntamiento, muy peligrosa, tenía que estar alerta. Pero creía que el mensaje era falso, que no respondiera.
A esas alturas, ya me sentía un poco agotada. Pero estaba alerta. Entonces, abrí el ordenador. Tenía un email: la informática de mi confianza me comunicaba que debía abandonar mi querido XP y comprarme otro programa porque Microsoft decretaba su caducidad. La noticia ya la había leído en el diario, que caduca cada día.

Me senté a reflexionar. ¿Qué había decidido yo de todo esto? Casi nada. Ni siquiera tener una cuenta bancaria que la institución pudiera saquear: fue un imperativo de la empresa.

Ahora escribo este artículo y estoy alerta. Alerta a la contaminación, a los chorizos, a las compañías que me quieren estafar, a los falsos empleados de contratas, a los mensajes del móvil y a los virus.

El diario dice que en España los medicamentos más vendidos son los ansiolíticos.

Porque tenemos que estar alertas.

Cristina Peri Rossi


2 comentarios:

  1. No hay que bajar la guardia, en cualquier momento podemos ser atacados por un ejercito de camelias o quién sabe si de azucenas.
    No nos podemos fiar ni de las flores.
    Salud
    Francesc Cornadó

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  2. en facebook comparten22 de abril de 2014, 18:52

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