LA CANCIÓN POPULAR Y LA RAMPA

Y ahora, después de haber visto el espectáculo de la rampa, ya nos podemos ir todos a dormir tranquilos cantando el camino, camino verde que va a la ermita, dice la peluquera del barrio.
¡Ha bajado del coche, y andaba, también andaba como nosotros!, exclama asombrado el cartero.
Y además no se ha escondido, ha sonreído y no llevaba gafas oscuras, como pretendían las revistas del corazón, dice la dueña del bar. A más de uno le se habrá estropeado el caldo del reportaje.
¿Y qué haremos ahora? ¿Sin la infanta bajando por la rampa del escenario, cuál será la próxima distracción? ¿Qué nos estará preparando el señor ministro de cultura? ¿En qué ocuparemos el tiempo libre?, pregunta la peluquera.

Huy, cuántas preguntas, ¡esto me suena a canción sentimental de Perales!, interviene el poeta romántico.

¡Media rampa, una rampita, el marido tuvo más rampa que bajar!, canta la hija del guitarrista cojo.

España de charanga y pandereta, aún, aún, queridos amigos, no se engañen, comenta el politólogo.

¡No insulte ni manipule la historia, señor, que ahora ya estamos en Europa y en la OTAN, somos un país moderno y ejemplar en mucha cosas!, advierte la hermana del cocinero de cocina postmoderna, molecular y tecnoemocional. 

¡Será en el paro y en las balanzas fiscales que van y vienen como el amor!, exclama el humorista del barrio levantando un vaso de cerveza y entonando la canción popular sobre el camino, camino verde que va a la ermita.