Fotografía: Matilda Sagan, Miradas
Suplemento cultural (ABC, 25.07.09)
En un artículo que Martin Amis dedica al último libro de relatos de su admirado John Updike, y después de advertirnos: "Este artículo no se habría escrito si el objeto del mismo (Updike) viviese todavía", aquél ridiculiza hasta el extremo, hasta la crueldad, los despistes literarios del ya viejo y enfermo Updike. Hay admiraciones que matan, dicen, o el discípulo corrigiendo al maestro.
Se rumorea y se cita desde hace décadas que un crítico inglés, después de asistir al estreno de una obra de teatro, en su reseña se limitó a comentar, más o menos:
"Se ha estrenado la obra tal... ¿Por qué?" .
Una pregunta feroz, la fórmula crítica más demoledora que se pueda hacer con dos palabras, como lo demuestra si esta fórmula crítica la aplicamos, por ejemplo, a la publicación de un libro:
"Se ha publicado la novela tal o el poemario cual del último autor de moda:
¿Por qué?" .
Por otra parte, como decía Oscar Wilde: "siempre asesinamos lo que amamos", o siempre destruimos lo que más admiramos. La muerte del otro y, una vez pronunciado el lamento y la elegía, yo me pongo en su sitio o, mejor, un poco o bastante encima de su lugar, del lugar que el muerto ocupaba en vida, y después ya intentaré destruirlo más allá de la muerte y sólo yo gobernaré en la ínsula.
Nota
Y nosotros, volviendo a otro tema, preguntamos:
los Bancos cobran comisiones por los ingresos hechos a favor de los vivos y muertos de Haití, y dicen que ya las devolverán algún día: ¿Por qué?
El suplente del cronista
Se ha publicado esto o aquello, le han dado un premio a éste o aquél, ¿por qué?
ResponderEliminarEl preguntón esencial