Foto: J.X.
I
Iba de una calle a otra,
volvía una y otra vez
a este o aquel bar,
extendiendo la herida
incurable
de su soledad.
Bebía un par de cervezas,
y ya se animaba,
y cantaba:
Sin amor,
sin deseo,
no te marchitas
como una flor,
ni eres
como el polvo de las alas
de una mariposa.
Sin amor,
sin deseo,
se te van muriendo
alma y cuerpo.
II
Pese a todo,
al alba,
nubes y pájaros siguen volando
por encima de casas, calles, bosques,
desiertos, ríos y mares.
En pueblos y ciudades,
continúan las canciones
de las desvalidas y desvalidos.
El refugio de la piel,
era piel de serpiente,
cuyo lengua venenosa
devora plegarias y canciones.
Sin embargo,
prosigue el canto, esperanzado,
en busca de otra piel,
acogedora y delicada.
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