Foto: J.X.
Escrito en la pared húmeda de un callejón:
Ser atado para siempre en el último abrazo.
Ser herida entrelazada a ti, que mueres.
Cautivo de lo que, en ti, resiste, muriendo.
Absortos los dos en lo último.
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Subo al autobús.
Tengo una cita con el silencio.
Voy al encuentro de la novia muerta.
Ella guarda para mí, curándolo,
el silencio resquebrajado en este poema.
Un pequeño ramo de flores amarillas, secas,
que no se deshojan y cuyo aroma
permanece vivo en la madera del armario,
como testimonio desamparado del más bello amor.
Dos palabras pueden contener todo un mundo:
amor desvalido.
Una sola palabra puede también contenerlo:
desvalimiento.
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