Ni una palabra más. No hay más que contar. Se acabó el cuento.
Los cuentos no suelen tener un final feliz, ¿por qué éste debía de tenerlo y ser una excepción y no un cuento triste?
Por lo tanto, ¿continuar escribiendo una palabra tras otra como peldaños de una escalera de peregrinación que asciende a las cumbres nevadas de un cuento feliz, lejos de este mundo?
Sería otro vano esfuerzo cuando la tristeza ya no cabe en los ojos.
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