Foto: J.X.
No pudo vivir ni morir como hubiese querido.
Soñaba: ambos desnudos y de la mano adentrándose en el mar, una noche de luna llena, muriendo abrazados mientras se hunden entre restos de naufragios.
Él la abandonó y se casó con una extranjera.
Ella anda aún callejeando por el barrio, ganándose la mala vida en las aceras.
Y aunque su día a día consiste en arrastrar los pies por las calles, viviendo de cualquier modo, dice que morirá como una reina.
Una noche se adentrará en el mar, desnuda y majestuosa como una reina. Aunque destronada y sola, la acompañará un séquito de peces rojos con escamas de oro y plata.
Coronada de algas, llevará un ramo de coral en las manos la reina ahogada.
Algunos murmuraban que ella era mi verdadera madre, y no aquella extranjera con la que se casó mi padre, comentaba la vendedora de flores, "flores para las novias muertas", como escribía en una pizarra de su kiosco, reivindicando la memoria y las flores para "todas las novias muertas de la tierra", añadía otras veces en la misma pizarra.
Isabel Mercadé
ResponderEliminarRaúl Yagüe Yagüe
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