Foto: J.X.
Condenada a pena de muerte desde hacía cuatro años -a garrote vil-, el día de la aplicación de la condena, un viernes por la tarde, fue aplazada en el último instante por una llamada telefónica, "hasta una próxima revisión del caso", le comunicaron al director del centro penitenciario.
Cuenta la leyenda que estaba condenada a pena de muerte por delito de amor, agravado por extravíos en callejuelas de mala vida y mala muerte que había sufrido a lo largo de su vida. Muchas veces amaba demasiado, de una forma exagerada; otras veces, como contrapartida, ya fuera por desengaño o temiendo lo peor, apenas amaba o no amaba en absoluto. En resumen, la sentencia la condenaba por "delito de amor, por no saber amar".
Fue denunciada por unos vecinos, y detenida cuando andaba por una callejuela de la ciudad, en uno de sus extravíos.
Contra la acusación de no saber amar, ella argumentaba -o mejor dicho, su abogado defensor- que desde la infancia estaba poseída por una maldición, que no la dejaba amar como debe amarse, como ama la gente normal en nuestro mundo, es decir, sin amar demasiado.
No había podido comenzar a redimirse y aceptar el dolor de la culpa, como le exigía el código moral de aquella sociedad, hasta que no ingresó en prisión. En realidad, argumentaba su abogado, a ella no le importaba morir por amor y extravío (por "no saber amar", repetía el abogado), y hubiera preferido acabar de una vez con el cuello roto por el garrote vil, como tantas otras de sus compañeras de prisión, que tampoco habían sabido amar como debía amarse en aquella sociedad.
(Cuenta la leyenda que, en algunas cárceles de mujeres, las flores subían hasta las ventanas y se enroscaban a los barrotes, hasta que una de las mujeres era ejecutada y las flores comenzaban a marchitarse.)
Según cuenta la misma leyenda, sólo un hombre fue ejecutado por "no amar", entre tantas mujeres ejecutadas por "no saber amar" o por "amar demasiado".
Preciosa leyenda y triste metáfora que recuerdan un título (solamente el título) "Crimen y Castigo". Es difícil saber amar y aunque se intente, si uno no tiene la sabiduría suficiente para darse al otro, a los otros, nunca podrá amar bien o bien amar, y aceptará su castigo que deseará por no saber dar amor.
ResponderEliminarRamon Bosch Boada
ResponderEliminarMargarida Trias
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Raúl Yagüe Yagüe
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