Foto: J.X.
No espera la absolución. Dice que no será absuelto. Ha sido ya condenado por las pequeñas y grandes cosas de la vida, y no hay salida posible: no tiene testigos de descargo, que hablen a su favor.
Al final, se ha hecho realidad, realidad dura, cotidiana, aquel horror del solitario acosado, perseguido, que leía entonces en algunas novelas. Ahora se encarna con dolor en la vida de uno mismo.
Porque de un tiempo a esta parte, aquellas acusaciones y persecuciones, absurdas pero legalizadas, no las sufre un personaje de novela, sino él mismo, en carne propia y en el alma, que van siendo colgadas en el abismo por los garfios del tiempo y sus formularios esclavistas.
Cada día otra infracción, o un nuevo delito, una pena nueva, por el hecho de vivir. Incluso muerto tienes que declarar y justificar tu estado. Aunque ante la imposibilidad física de presentarte a la oficina de control, aceptan que sea un familiar o un representante tuyo quien aporte los datos de la defunción, para que por fin te den de baja definitiva del mundo.
Sin apelación.
Comentario de "Insurrecta":
ResponderEliminarDicen que no mueres mientras hay alguien que te recuerda, ese amigo que tramita tu entierro, el que te sueña durante mucho tiempo y los poetas seguirán existiendo mientras les lean.