Foto: J.X.
Al final, el alma se le cayó de la penúltima palabra, al vacío, como si ésta, la palabra, fuera un acantilado, y el alma un escalador que tiene mala suerte al poner el pie en el saliente de una roca.
O tal vez le ha abandonado la fe para seguir la ascensión. O le han faltado las fuerzas para escalar, palabra a palabra, todos los obstáculos que se interponían al subir hacia la misteriosa cumbre, de donde nadie -si hubo una vez alguien que la alcanzó- ha regresado jamás para contarlo.
Así fue la caída desde la penúltima palabra, la caída al último vacío, y el desamparo dejó de mortificarle.
Comentario de Lluís Nadal:
ResponderEliminarAntes no temía la violencia, y no era por valiente ni por temerario, simplemente no me solía alcanzar, y esto tal vez fuera porque mi violencia lograba mantener la ajena a raya.
Pero ahora, ahora que mi corazón sangra y mis brazos ni se sostienen, me tengo que recluir en mi inhóspita soledad para ocultarme del violento fragor de la vida y así, pacientemente, seguir escalando, palabra a palabra, con la única esperanza de que un traspié haga caer el alma desde aquella penúltima palabra.
Comentario de "Insurrecta":
ResponderEliminarEs lo que tienen las escaladas, se anhela subirlas para poner fin a mirar la montaña desde abajo, pero un tropiezo, aunque sea deseado, siempre quita belleza al desenlace. De todas maneras, si es lo que se pretendía, la subida ha sido buena.