Foto: J.X.
Extender las manos, extender las palabras, y no tocar sino la superficie helada del cristal de la ausencia.
Contra ese frío duro chocan y rebotan las manos y las palabras, y caen al suelo, desoladas, solitarias.
Transformadas, unas, en gestos de manos vacías, que tiemblan en los bolsillos, escondidas. Y las otras, las palabras, en sílabas inaudibles, encogidas y mudas en un rincón de silencio.
Moviéndose, unas y otras, como insectos perdidos que van de un rincón a otro de la casa ocupada por la ausencia.
Comentario de "Una lectora del barrio":
ResponderEliminarSolamente cuando podamos sentir el calor de las palabras a través del cristal, en los bolsillos, en los rincones...conseguiremos, si no ser felices, vivir en paz