Foto: J.X.
Se postraba, sin fe. Se ponía de rodillas en un banco de cualquier iglesia, y se arrepentía de toda su vida, de lo que había hecho y no había hecho. Se arrodillaba, pero sin fe.
Hasta que una noche vio un corazón clavado en la pared de un callejón solitario. Encogido, reseco, ya no sangraba. El corazón parecía llamarle. Se acercó a él y oyó estas palabras: “Por desamor me ves aquí, colgado, clavado en la pared. Y tú me debes, no sé si lo recuerdas, una cantidad de sangre amorosa que me hiciste perder en un juego sucio, con trampas y hechizos de brujería.”
Desesperado, al regresar a casa se encerró en el lavabo y se cortó las venas. La sangre se derramó por el pasillo, fluyó por debajo de la puerta de casa y fue cayendo por la escalera, peldaño a peldaño. Unas gotas se derramaron hasta la calle fluyendo en busca del callejón solitario, donde había aquel corazón clavado en la pared.
Un vecino, mientras tanto, llamó a un ambulancia y consiguieron salvar milagrosamente al presunto suicida.
Pasado un mes, él volvió a entrar en el callejón solitario, en busca del corazón, pero ya no estaba ahí, clavado en la pared. En su lugar había cinco palabras escritas: “Gracias por la sangre derramada.”
Ahora, cuando se arrodilla en las iglesias -sin fe aún-, siente, sin embargo, un estremecimiento inefable entre las costillas, como si el alma no estuviera ya tan arrugada y vacía.
Comentario de "Una lectora corriente":
ResponderEliminarCuando se pagan las deudas, sobretodo las de sangre, el alma descansa y empieza a vivir con cierta paz. Lo doloroso de este camino, es que al parecer las deudas de sangre solo se pagan con sangre.
Comentario de "Lectora de la Vall":
ResponderEliminarUn relat colpidor i tant descriptiu que mentre es llegeig es veuen les imagtes com en les antigues diapositives.
Comentario de José Garvi Moreras:
ResponderEliminarEl tiempo va saldando deudas, ya que al final del camino, en el bosque de los espíritus, las deudas se vuelven dulces.