Foto: J.X.
Ha ido al armario a buscar un cinturón, no para colgarse, como diría un humorista siniestro, sino para atarse mejor los pantalones.
El que ha utilizado hasta hoy le va grande, por falta de ojales, y se le caen los pantalones. Por otro lado, no está acostumbrado a la moda, para él incómoda, de los pantalones anchos de cintura y caídos.
Buscando, buscando, ha encontrado uno que tiene más ojales para abrocharlo y comprueba que se le ajusta bien, con ojales de sobras. Es un cinturón confeccionado por un amigo italiano, artesano del cuero, a quien ella conoció cuando ambos se dedicaban a la venta ambulante. Él vendía -vende aún en un puesto fijo, legal, en el puerto y en ferias-, además de cinturones, bolsos, pulseras, collares, carteritas, llaveros... Ella era encuadernadora, artesana del papel, y elaboraba dietarios, papel estampado, marcos de fotografía, archivadores, teatrillos para marionetas...
Pues bien, este nuevo cinturón hallado en el armario era un cinturón de la novia muerta, que siempre tuvo una cintura más fina que la de él.
En consecuencia, como diría también el humorista siniestro, ahora el solitario se ata los pantalones con un cinturón de la novia muerta.
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