El
problema no es la mediocridad, la mediocridad en sí, la "dorada
mediocridad" de la que hablaba Horacio, sino el vocerío, los
gritos, alaridos, alborotos, follones, jaleos, abucheos, chillidos,
aullidos, bulla, confusión y escándalo de la mediocridad, que
utilizan, por ejemplo, los políticos, tertulianos, medios de
comunicación y otro grupos y gentes para ir viviendo del cuento
(sueldos asegurados, casas protegidas en todos los sentidos, ¿a
ellos les roban por la calle?, ¿les ocupan el piso para traficar?,
¿hacen cola en el hospital?, y otros privilegios), y dando malvivir
y obligaciones a los otros, comentan en el bar.
El
problema es el vocerío, el ruido que hacen y la furia del vacío que
representan, añade la vidente del barrio.
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