La
hermana del informático lee un pequeño panfleto que corre por el
barrio desde hace unos días: “No es lo mismo ayunar que hacer
huelga de hambre. El ayuno de 24 o 48 horas de algunos políticos
libres (o aún en libertad), contiene una carga, un potencial de
ridículo que, al estallar, puede contaminar y desvalorizar mediante
burlas y sarcasmos la huelga de hambre de los políticos presos.”
No
estoy de acuerdo, dice la sobrina de la peluquera. Ambas acciones son
complementarias, la huelga de hambre y el ayuno, como forma de lucha,
añade.
Yo
no los veo complementarios. 24 o 48 horas de ayuno, presentados y
divulgados por cierta prensa, ridiculiza por contagio informativo el
sacrificio de las verdaderas huelgas de hambre, advierte el
politólogo del barrio.
¡Ya
son recomendados por algunos como un buen régimen de adelgazamiento
cuaresmal para políticos faltos de ejercicio, regordetes!, apunta el
humorista.
En
las casas de bien de la época franquista, ayunábamos siempre los
viernes de Semana Santa, el llamado Viernes Santo, comenta la cuñada
del dentista. Claro que en mi casa, mediante la compra de una bula en
la iglesia parroquial, quedábamos dispensados del ayuno y podíamos
comer carne y todo lo que quisiéramos, añade la cuñada.
“La
Iglesia nos pide hacer ayuno durante los tiempos de Cuaresma y de
Adviento. Durante la Cuaresma, se puede ayunar todos los viernes.
También se debe practicar en el Miércoles de Ceniza y el Viernes
Santo”, según nos advierte la web de “InfoVaticana”, lee la
vecina taxista en el móvil.
Hay
un buen artículo sobre estas bulas en: Bulas a peseta para comer carne en cuaresma, explica el periodista en paro.
En
la mayoría de casas no era necesario hacer ayuno por Semana Santa,
puesto que se hacía ayuno de carne casi a diario, por necesidad, por
falta de dinero, recuerda la dueña del bar.
¡Y
menos mal que Eva Perón y su marido nos enviaban carne congelada de
Argentina!, exclama el poeta romántico, hijo de unos carniceros del
barrio (carniceros de tienda, no de los otros, matiza la nieta del
anarquista).
Es
así. Aunque los ayunos de Semana Santa, en general, dejando aparte
la bula religiosa y sus privilegios, eran parciales, puesto que si
bien no podías comer carne, sí, en cambio, estaba permitido por las
autoridades eclesiales y civiles comer pescado o bacalao con patatas,
que entonces era comida de pobres, explica la vidente del barrio.
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