Había
mucha gente, ¿no?, pregunta la dueña del bar.
Multitudinaria
manifestación, millones, señora, millones, no lo sabe usted bien,
responde la cuñada del dentista. Presentado como Premio Nobel de la
Paz, Vargas Llosa estuvo en su sitio y nos defendió a todos, a la
manera de su admirada Margaret Thatcher, acusando a "Puchmón,
Junqueras (pronunciado con jota) y Forradell" (¡con tres
pares!, fonéticos) de dividir a los catalanes, como después
añadieron también, con palabra alta y clara, el excandidato Borrell
de otros tiempos, el excalcalde Albiol de hoy, y otros, como los
guapos y alegres Albert e Inés, comenta la cuñada del dentista.
¿Pero
no decían que el marido de la Preysley era Premio Nobel de
Literatura? ¡Esto es lo que siempre suelta mi madre a sus novios
ignorantes!, bromea la hija de la bibliotecaria.
Un
respeto, niña, un respeto. Ahora tiene los dos Premios, como explicó
el señor que se había equivocado al presentarlo en la tarima,
¡porque ahora Cataluña (dijo, ¡con dos pares!) le otorgaba también
el Premio Nobel de la Paz!, replica la cuñada del dentista.
La
parodia de los nombres fue de lo más divertido. Sin olvidar el
melodioso: "¡Puigdemont, a prisión!", que muchos
cantaron en la manifestación cuando pasaron por delante de la
antigua y famosa comisaría central de la Vía Layetana, exigencia
que, por cierto, ya se tendría que haber cumplido días atrás,
comenta la fiscal del barrio, que no es fiscal, sino vecina que
fiscaliza en el bar.
¡Menos
mal que era una manifestación pacífica!, exclama la sobrina de la
peluquera.
Multitudinaria,
y no tumultuaria como otras, replica la cuñada del dentista.
¿Qué
ocurre, qué pasa?, pregunta un turista de Islandia.
Las
palabras, que no funcionan, chirrían al oído y no vaticinan nada
bueno, contesta el politólogo.
Todo
en ti fue naufragio, recita el poeta romántico del barrio.
¡Esto
no ocurre con las cartas del tarot, vengan a mi consultorio y verán
un rayo de sol!, recomienda la vidente.
¡Ya
fui una vez, y heme aquí todavía, en las tinieblas del paro!,
responde el humorista del barrio.
¡Porque
aún me debe la consulta!, contesta la vidente.
¡Aquí
no se fía!, grita la dueña del bar, riendo.
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