jueves, 31 de agosto de 2017

LA LEYENDA DE LOS JURISTAS MUERTOS, O EL PUEBLO DEL ROMBO CIRCULAR


Cuenta la leyenda que hubo una vez un pueblo donde hacían enmarcar en oro y diamantes en bruto -aún no habían pisado aquellas tierras los colonialistas que pulimentaban el oro y los diamantes para sí- el conjunto de leyes que renovaban cada vez que nacía una niña. En aquel pueblo legendario nacían más niños que niñas. De ahí la renovación que era necesaria e imprescindible, decían, cada vez que nacía una niña, para recordar al pueblo que nada es eterno y adaptar las leyes a la nueva vida. Así pues, el nacimiento de una niña era interpretado por los adivinos como la llegada de un tiempo nuevo, de renovación. Nacimiento de un ser considerado como renacimiento de un pueblo.
Pero un día llegaron las huestes de otros pueblos lejanos, bárbaros, que tenían otro concepto de la vida y la jurisprudencia, rechazando por ley que en este mundo todo vive, muere y se renueva. Abolieron las leyes del pueblo colonizado y les aplicaron lo que ellos denominaban “la legislación vigente de los juristas muertos”. En dicha legislación prevalecía el derecho de los muertos sobre los habitantes vivos, los cuales debían someterse a lo dictado muchos siglos antes por los juristas muertos.
Legislación rigurosa de tradiciones políticas y religiosas, regulación estricta de costumbres familiares y usos sexuales, esclavitud temporal en los trabajos agrícolas y artesanales, y la aplicación en general de la Teoría del Rombo Circular en cuanto a territorios, economía, hacienda, ejército y otros ámbitos (estaba terminantemente prohibido preguntar o cuestionar la Teoría del Rombo Circular, cuyo nombre, argumentaban los más entendidos, ya significaba por sí mismo y explicaba el contenido).
Por lo tanto, ua normativa intocable, inmodificable, fijada de una vez para siempre y de obligatorio cumplimiento, so pena de exclusión social y familiar, castigada con prisión y trabajos forzados en las minas de oro y diamantes. Normativa que era conocida majestuosamente como: “La suprema ley vigente de los juristas muertos sobre la vida cotidiana”.
En resumen, cuenta la leyenda (con cierta reiteración de estilo, justo es decirlo) que en aquel pueblo de bárbaros colonizadores estaba legislado, con toda claridad y contundencia, el rechazo y menosprecio a cualquier cambio o evolución. Ignorando cualquier modificación de la realidad, hubiera diluvios o terremotos, incendios o inundaciones, puesto que lo establecido, la realidad geográfica y política, era siempre única y la misma, como los dioses.
Por supuesto, tenían terminantemente prohibido la celebración del nacimiento de cualquier niña.




3 comentarios:

  1. María Sonia Quevedo Hoyos: Tremendo.
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  2. en Facebook comparten31 de agosto de 2017, 20:14

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  3. en Facebook comparten1 de septiembre de 2017, 8:08

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