Pero,
¿ha existido alguna vez una cultura de la paz, una cultura política de la paz, más allá de palabras vanas y discursos retóricos?, pregunta el poeta romántico del barrio, subido a una
silla del bar y con un panfleto en la mano, que se ha encontrado por
la calle, dice.
Bien
preguntado. Somos productores y consumidores de violencia y más
violencia, no de paz, esa palabra tan oportuna cuando no se sabe qué
hacer ni qué decir, responde la vidente.
El
poeta romántico empieza a leer el panfleto:
"Guerras
y más guerras, hipocresía política, corrupciones económicas,
tráfico de refugiados, explotación, trabajo precario, sueldos bajo
mínimos, paro, alquileres altos, mobbing en viviendas, acoso
laboral, acoso en las escuelas, violencia de género (eufemismo:
asesinato de mujeres), violencia criminal y tráfico de todo tipo en
la realidad y en las películas de más éxito, en las series de
televisión, en videojuegos para niños, jóvenes y adultos elogiando
al más fuerte y violento en las matanzas de ficción, agresiones y
humillaciones en la calle grabadas en los móviles como diversión
para niños, jóvenes y adultos, fanatismos religiosos, persecuciones
racistas, amenazas políticas, económicas y sociales a diario, ¿qué
más podemos añadir como testimonio de esa falsa cultura de la paz
que tanto reivindicamos cuando ocurre una tragedia a nuestro lado, en
actos institucionales y en duelos nacionales e internacionales de dos
y tres días? Una catarsis social, necesaria, sí..., pero todos
sabemos que luego volveremos a la agresión cotidiana, a la violencia
de cada día." Aquí finaliza el panfleto.
No, señoras y señores -continúa diciendo el poeta romántico-, no existe en nuestra sociedad, en ningún país, una cultura real, auténtica, de la paz, más allá de las palabras y los discursos oportunistas, más allá de ciertas novelas, poemas y panfletos llenos de buenas intenciones, como éste que me he encontrado pegado en una pared y que les acabo de leer.
No, señoras y señores -continúa diciendo el poeta romántico-, no existe en nuestra sociedad, en ningún país, una cultura real, auténtica, de la paz, más allá de las palabras y los discursos oportunistas, más allá de ciertas novelas, poemas y panfletos llenos de buenas intenciones, como éste que me he encontrado pegado en una pared y que les acabo de leer.
Abucheos,
aplausos y silbidos, la dueña del bar pide un poco de calma..., más
abucheos y silbidos..., algunos aplausos..., póngame otra
cerveza..., y sigue la comedia humana en el bar del barrio y en la
calle.
Juana Furió
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Mariasun Marti Moragues: NO !!!!
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