¿Han
escuchado las últimas recomendaciones pacíficas y democráticas del
exministro de Asuntos Exteriores?, pregunta la hermana del
informático.
¡Es
lo que hay que hacer: cumplir con la ley, y destruir las urnas y los
votos, si es necesario!, contesta la cuñada del dentista.
¿Se refiere a la ley del embudo?, pregunta la sobrina de la peluquera.
¡Ni embudo ni..., no me alteres, niña..., que la ley es la ley!, replica la cuñada del dentista.
¿Se refiere a la ley del embudo?, pregunta la sobrina de la peluquera.
¡Ni embudo ni..., no me alteres, niña..., que la ley es la ley!, replica la cuñada del dentista.
Mientras
no haya otra ley que diga todo lo contrario..., apunta la vidente del
barrio.
¡Pamplinas,
a callar y obedecer, y punto!, advierte la fiscal del barrio, que no
es fiscal, sino vecina que fiscaliza a los vecinos, matiza la dueña
del bar, por si acaso.
Dicen
los expertos que las constituciones políticas son como las
religiones, unidades absolutas que se pueden interpretar, pero no
tocar, hasta que no haya otro matrimonio legal, normativo, comenta el
humorista del barrio.
¡Ahora
éste se pone obsceno y habla de sexo promiscuo contra el
matrimonio!, exclama la cuñada del dentista.
¡Desacato,
obscenidad y madre superiora endemoniada, vaya país!, añade la
vecina que fiscaliza.
Habrá
que avisar a Jacint Verdaguer, el gran poeta catalán y exorcista que
expulsaba al demonio que tenías en el cuerpo, recomienda el poeta
romántico.
Ahora
que hablan de Verdaguer, ayer se inauguró otra semana de poesía,
“Barcelona Poesia”, indica la librera del barrio.
Bienvenida
sea, aunque no inviten a poetas catalanes que escriben en castellano,
excepto uno o dos, como pájaros exóticos en el zoo, advierte el
politólogo.
Tampoco
invitan a muchos que escriben en catalán, añade el poeta romántico.
Sea
lo que sea, mientras haya poetas y exorcistas no habrá que temer al
demonio, resume la dueña del bar.
Aunque
sea político y corruptor de cuerpos y almas como Mefistófeles,
decía mi abuelo, apunta la nieta del anarquista.
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