¿No
serán pocas 8.000 urnas para ir a votar?, pregunta la hermana del
informático.
¿8.000?
Con una tendrán más que suficiente para no-votar, contesta la
cuñada del dentista.
Si
cierran las puertas de los colegios electorales, votaremos en la
calle, dice la sobrina de la peluquera.
En
la calle tampoco les dejarán, replica la fiscal del barrio, que no
es fiscal, sino vecina que fiscaliza, apunta la dueña del bar, por
si acaso...
¿Quemarán
las urnas?, pregunta la nieta del anarquista.
No te pongas estupenda, niña, que hay otros métodos, advierte la fiscal del barrio.
No te pongas estupenda, niña, que hay otros métodos, advierte la fiscal del barrio.
¿Ni
un cromo de Messi podremos introducir en la urna?, pregunta el
humorista.
Si
mi madre va con su último novio, culturista, seguro que vota, apunta
la hija de la bibliotecaria.
¡Cuidado,
que esto puede ser apología de la violencia!, advierte el politólogo
del barrio.
Al
final, con tantas amenazas, no podremos ni hablar, se queja el poeta
romántico.
De
eso se trata, a callar, como antes, y, circulen, quédense en casa,
¡que la calle es mía!, advertía un ministro del Interior, recuerda
la vidente del barrio.
Ah,
bueno, si es así..., resume la dueña del bar.
¡De
bueno, nada, que la voluntad de votar, la voluntad democrática no
puede ser torcida por nadie!, exclama la nieta del anarquista.
Eso
lo dirás tú, que sólo escuchabas a tu abuelo y así te va, soltera
y sin novio, opina la cuñada del dentista.
¡Mejor
soltera y libre, que mal casada y facha!, replica la nieta del
anarquista.
Bueno,
bueno, que haya paz, que yo trabajo, pago mis impuestos y no quiero
líos con los clientes, advierte la dueña del bar.
Los
líos serios vienen de arriba, de la intolerancia de arriba, y no de
aquí, del bar, explica la vidente.
Gracias,
¡marchando otro de tortilla a la francesa!, anuncia la dueña del
bar.
HI HAURE UN VALENT QUE VENGI URNES?...
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