Cuando
en un país hay políticos elegidos democráticamente que son
amenazados, perseguidos, condenados e inhabilitados por
desobediencia, por desacato a la autoridad estatal, no por violencia
o corrupción, no por incumplir unos programas que fueron votados en
libertad, sino justamente por querer cumplirlos y convocar un
referéndum para conocer otra vez la opinión mayoritaria sobre el
futuro político de ese país, ¿no se trata ya de una revolución
política y jurídica, aunque de “praxis” pacífica?, comenta el
politólogo del barrio. ¿Qué es, sino una revolución política y
la consecuente represión contra esa acción revolucionaria?, añade
el politólogo subido a una silla del bar del barrio, leyendo una
octavilla en plan mitinero, y con la taza de un carajillo en la mano
izquierda.
¿Y
la trasformación social y económica?, pregunta la sobrina de la
peluquera.
Se
decidirá en otra elecciones y será más o menos revolucionaria,
transformadora, depende de quién llegue al gobierno, explica el
politólogo.
¡Si
habla tanto le van a mover la silla y se va a caer sin tomar el
carajillo!, advierte el humorista.
Dios
no lo quiera, por favor, accidentes aquí no, suplica la dueña del
bar.
Es
lo que pasa en las asambleas revolucionarias, en esas repúblicas
bananeras donde todo el mundo habla y manda y nadie obedece, indica
la fiscal del barrio (que no es fiscal, sino que fiscaliza en el
bar).
La
banana la tiene usted en la cabeza: estamos hablando de una república
auténtica, democrática, no de mandamases fingidores, como decía mi
abuelo, contesta la nieta del anarquista.
O
sea, que puede haber una revolución política, independentista, pero
no una revolución económica, resume el poeta romántico, que hoy está “transparente como el licenciado Vidriera”, dice la librera
del barrio recordando a Cervantes, y añade que en la tienda dispone de un ejemplar de Ocho siglos de poesía catalana*.
En
un sistema democrático las revoluciones, en todo caso, vienen dadas
por las urnas, votando, sin violencia social, apunta la vidente.
Utopía,
utópico, como endilga mi madre a su novio ecologista, ironiza la
hija de la bibliotecaria.
¡Vaya
rollo republicano, tan de mañana, y con una hora adelantada, esto no
hay quien lo aguante!, exclama la cuñada del dentista, y sale del
bar acompañada de la vecina que fiscaliza.
¡Caramba, ocho siglos de poesía catalana, qué barbaridad, no lo sabía!, apunta la vidente del barrio.
¡Yo tampoco!, exclama el poeta romántico.
Cada día se aprende algo, dice la dueña del bar.
*Ocho siglos de poesía catalana, trad. José Batlló y José Corredor Matheos (selección y prólogo J. M. Castellet y Joaquim Molas), Alianza Ed., 1969.
¡Caramba, ocho siglos de poesía catalana, qué barbaridad, no lo sabía!, apunta la vidente del barrio.
¡Yo tampoco!, exclama el poeta romántico.
Cada día se aprende algo, dice la dueña del bar.
*Ocho siglos de poesía catalana, trad. José Batlló y José Corredor Matheos (selección y prólogo J. M. Castellet y Joaquim Molas), Alianza Ed., 1969.
EN POTS DONAR LA DRESA D'AQUEST BAR TAN "INTELIGENT I HIPER-VENTILAT"?
ResponderEliminarRamon Bosch Boada
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