SUPERVIVIENTES, ZOMBIS Y TURISTAS

Paul Delvaux, Soledad

Son las 7 h. El barrio aún está dormido. Sólo una tienda está abierta, el "forn", la panadería, y el bar del barrio, informa la hermana del informático.

Los turistas duermen, borrachos y no borrachos. Unos con resaca mediterránea (vino, sangría "Don Simón"), y otros con sueño, comenta el politólogo del barrio.

Aquí tenemos vinos con denominación de origen y no esas sangrías, advierte la dueña del bar.

Más tarde se levantarán los vivos y los muertos, dice el poeta romántico del barrio.

También se levantarán los turistas, que no son ni vivos ni muertos, sino zombis, bípedos medio desnudos que pasan, indiferentes, y dejan el dinero a quien les atiende, indiferente, en la ciudad muerta, comenta el humorista del barrio.

Ciudad muerta, pero ruidosa, puesto que los zombis vienen aquí a celebrar el último banquete, llevan un sexo de plástico en la cabeza, tocan el tambor y pedalean en bicicletas eléctricas hacia ninguna parte, añade la nieta del anarquista.

En cuanto a los nativos de la ciudad muerta, dicen que hay muchos que son unos muertos muy vivos, y siguen construyendo apartamentos turísticos para zombis, indica la vidente del barrio.

¡Señoras y señores, no pongan palos a la rueda, no se burlen del turismo, como diría Don Manuel Fraga!, advierte la cuñada del dentista.

¡Ni sentido del turismo tienen estos secesionistas!, exclama la fiscal el barrio.

¡Vaya con los muertos listos y los zombis!, exclama la dueña del bar.

                                                               Paul Delvaux, Tren de tarde