lunes, 2 de febrero de 2015

PALABRAS PÓSTUMAS

No quería palabras póstumas. Dicen que en el testamento dejó escrito que no fuera nadie a su funeral, absolutamente nadie. Es más, exigía que no se celebrase ningún funeral. Pero como no se fiaba nada de su familia ni del notario, dispuso aparte una cláusula exigiendo que, en caso de no poder imponer su autoridad (por razones obvias) para evitar el funeral y éste se celebrase a pesar de todo por imperativo familiar, sólo podrían asistir al mismo desconocidos, gente anónima con la que el difunto no hubiera tratado ni hablado nunca. Ni familiares, ni amigos ni conocidos deberían aparecer por el funeral, ni leer un solo poema o prosa. Quedaba absolutamente prohibida su asistencia. También les recomendaba que sus comentarios y elogios póstumos se los guardaran en otro sitio, donde les cupiera, y los dedicaran a otros muertos, menos sensibles y precavidos que él, a otros que se sintieran menos incómodos en el ataúd por el ruido de las palabras póstumas.

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