Dicen que los dos o tres tiburones, de la especie
tintorera (no empresarial), que estaban reposando en las aguas del
mar del Maresme, cerca de la turística y ruidosa Barcelona, han
salido huyendo mar adentro, nadando a toda prisa, ante la
presencia de humanos peligrosos en las playas, dispuestos a morder,
con o sin anzuelo, siguiendo el famoso estilo del jugador uruguayo
Luis Suárez (nada que ver con el otro Luis Suárez, mítico jugador
del Barça y el Inter), fichado ahora por el Barça para que dé
mordiente a la delantera blaugrana (mordiente, pero sin sangre,
matizan algunos culés utópicos).
Para
equilibrar la pesca, tampoco faltan tiburones en las grandes
editoriales ni en las agencias literarias, ni en los medios de
comunicación ni en lo portavoces de la incomunicación. Ni tampoco
en el Real Madrid ni en el resto de los equipos de primera división,
ni en la corte de los milagros del Ruedo Ibérico y sus autonomías,
vacas gordas ayer, vacas flacas hoy, ajamonadas ayer, amojamadas hoy
por los pollos camastrones, que diría Valle-Inclán.
Los pollos camastrones de la construcción del vacío sin muebles y la deconstrucción de las pompas de jabón, burbujas hoy.
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