EL PAPA FRANCISCO Y LAS BONDADES DE LA POBREZA

Dicen los medios de comunicación que el Papa Francisco (dígase así, sólo Francisco, y no Francico I, II o III, simplemente Francisco, como el tendero de la esquina), dicen, pues, que "se ha metido a todo el mundo en el bolsillo en apenas tres días". 
Aunque otras voces, sin duda voces ateas, resentidas y desalmadas, apuntan que nuestro Francisco fue un tanto tibio con la dictadura de Videla y otros. Seguramente, rumores falsos del diablo, como afirmaba o exhortaba el propio  Francisco el otro día: 
"No debemos ceder jamás al pesimismo, a esa amargura que el diablo nos propone cada día". 
Pero, ¿no habíamos quedado, con el Papa anterior, que el infierno, con las ollas o calderas hirviendo de Pedro Botero, ya no existía como lugar infernal, y que se trataba en todo caso de un estado psicológico del individuo?
Mal empezamos, citando tan pronto al diablo. 
¿Más temor y temblor a añadir a las hipotecas y a las inversiones de las preferentes, que han desaparecido por arte de magia?
O, ¿acaso no habrá sido todo una estratagema del diablo español y cojuelo, con sus malas artes financieras y de distracción del dinero público y privado? 
No nos preocupemos, que el Papa Francisco nos sacará de dudas con su declaración de amor a los pobres, tengan o no hipotecas y preferentes. Otra duda: ¿los desahuciados y suicidas se pueden enterrar ya en tierra santa o nicho de cementerio, bendecidos como todo el mundo? 
Por cierto, ¿quién no declara su amor a los pobres y a todo bicho viviente de la tierra, mientras no me toquen la cartera o la cuenta del Banco del Espíritu del Vaticano? 
De todos modos, no desesperemos, que ya dicen que el pesimismo y la desesperación son cosas que ata el diablo.