Fotografía: Janet Xirgu, Franz Kafka contra la pared
Un primer consejo, el más fundamental y el que marcará su carrera política de por vida, es aprender a no avergonzarse de lo que uno está diciendo, ya hable de una pensión mínima, de un salario mínimo o de un subsidio de 400 euros.
No ruborizarse ni pedir perdón al hablar del salario mínimo interprofesional (unos 650 euros), de la pensión mínima contributiva (unos 550 euros), de la pensión mínima no contributiva (íntegra, unos 350, y la mínima de la pensión mínima, 86,90 euros mensuales).
Poder hablar sin avergonzarse ni pedir disculpas al explicar las maravillas del subsidio extraordinario de 450 euros, durante seis meses, para los parados que ya no cobran nada, cuando los alquileres no bajan de 700 euros y el bacalao (antigua comida de pobres) está entre 17 y 25 euros el kilo. ¿España es diferente aún?
Los más satíricos del barrio murmuran que algunos europeos ya van sugiriendo que tal vez sería mejor hacer desaparecer a los parados españoles en algún conflicto, ya que pronto podría formarse con ellos un ejército de 6.000.000 de unidades.
O bien, si no hay conflicto interesante a la vista, organizar una eutanasia masiva, indolora, del paro (mejorando las condiciones tecnológicas de los años 40), de modo que desaparecieran sin hacer ruido todos los que fueran cayendo en la tentación del paro, y así nos ahorraríamos el cálculo abrumador de salarios mínimos, pensiones mínimas y subvenciones mínimas.
Y el buen político profesional podría seguir hablando de esto y de aquello, con toda tranquilidad, sin avergonzarse de lo que esté diciendo.
Éstas son las recomendaciones para ser un buen político profesional, pero si no son de su agrado o le parecen demasiado expeditivas, tenemos otras a su disposición.
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