Esta mañana, en el bar, la hermana y la sobrina de la peluquera comentan que ven menos gente comprando en las tiendas del barrio y que también en la peluquería se han notado los recortes, es decir, que las clientas gastan menos y se arreglan más el cabello en casa.
La dueña del bar dice que también ella ha reducido gastos y antes de comprar mira muy bien y compara precios, que el horno no está para bollos.
Nada nuevo bajo el sol, señoras: a más recortes, menos poder adquisitivo, menos gasto y más libros de poesía sin poder editar, guardados en el cajón de los recuerdos, afirma el poeta romántico del barrio.
Ud. siempre va de bohemio, de poeta fracasado. Mire, si hay recortes, todo quedará recortado, incluida la cultura, no va a ser una excepción, opina el polítólogo.
Menos peluquería, menos cafés, menos poesía, más violencia y menos humor, vaya circo, menudo panorama, señoras y señores, aquí no hay quien viva, y póngame otro carajillo, dama de los cabellos de oro!, exclama riendo el humorista del barrio, que ahora trabaja de camarero los fines de semana, explica.
Nada de cabellos de oro, amigo, cabellos canosos y teñidos en casa, ya se lo dije el otro día, responde la dueña del bar.
Ah, el oro falso de los días, la planta fingida de las noches, recita el poeta.
Dicen que ni el cielo es azul, pero ustedes los poetas, dale que dale, siguen escribiendo maravillas sobre el misterio del cielo azul. Son incorregibles, como el déficit y la prima de riesgo!, se burla la sobrina del anarquista. Pero al final todos brindan por un cielo más puro y azul, bromeando, incluso el poeta romántico del barrio, que nos va a recitar unos versos de don Bartolomé Leornado de Argensola, poeta nacido en el siglo XVI, nos explica:
"Porque ese cielo azul que todos vemos
ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande
que no sea verdad tanta belleza!"
El suplente del cronista
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