miércoles, 11 de enero de 2012
BOMBAS FÉTIDAS DE LA INFANCIA
Dicen que en el barrio hay unos vecinos nuevos, un venezolano y un iraní, que juegan a tirar, a lanzar bombas atómicas sobre los otros vecinos. Pero se trata sólo de una broma, dicen, una broma cargada de veneno, pero inofensiva. Un mero juego de palabras, como los niños cuando juegan a guerras con sus pistolas y bombas fétidas, protagonizando grandes hazañas bélicas. No todos están de acuerdo con la naturaleza de esas bromas, y temen que ese juego o clase de bromas pueda llevarnos al infinito, a ese espacio o limbo donde las bromas ya no tienen gracia. Ni hay vecinos con bombas atómicas o fétidas, nos advierten los más enterados en esas cuestiones metafísicas.
El suplente del cronista
J.L. Ferraz: ¿Bombas fétidas o aerofagia política?, se preguntan los defensores del código Hammurabi...
ResponderEliminar¿Hasta cuándo el reciclaje político?, exclama el nieto del Capitán Trueno
Mery Sananes: Por la cálida acogida de que he sido objeto desde que solicité residencia en la pensión Ulises, encuadrada en este barrio, debo decir que se me ha desarrollado el sentido de pertenencia a un sitio muy especial. Y como tal sé que este es un barrio sin fronteras, que recibe a todo transeúnte que quiera venir a compartir en él. Las únicas fronteras que se pueden levantar son aquellas que desdigan de lo que este barrio es y quiere ser. Y aunque sea sólo un mero juego de palabras, no me calza que se esté jugando a tirar bombas atómicas o de cualquier otra naturaleza. Bienvenidos iraníes y venezolanos, americanos y palestinos, israelíes o ingleses, chinos o hindúes. Sólo que somos pacifistas (me atrevo a utilizar el plural) y no comulgamos con guerra alguna, venga de donde venga. Pero hay algo más, eso de la jugar a la guerra, y practicarlas no como juego sino como acción concreta, es un rasgo de los gobernantes quienes son los que mandan a los otros matarse. No de los ciudadanos que son levados a ellas. Les pediría al iraní y al venezolano que se dediquen más bien a convertirse en desmanteladotes de bombas y de guerras, para que cuando regresen a sus lugares de origen, cada uno rescate la condición de este barrio, y se convenzan de que el uranio y el petróleo tienen funciones mucho más hermosas, que ser instrumento de poderes despiadados y terribles componendas.
A.T.: Tienes razón, Mery. Una cosa es jugar de niños a guerras, y otra hacer bromas sobre la guerra atómica ya de mayores. A no ser que uno sea Gila, el humorista español que tiene el monólogo cómico más subversivo sobre la guerra.
A.T.: Por cierto, cuando hablaba de un venezolano y un iraní, me refería a una traducción simultánea que hizo Chávez de una broma sobre la bomba atómica y USA, que hizo el político iraní que lo visitaba.
Mery Sananes: Sí, Albert, lo sé, a ambos les gusta no sólo jugar a la guerra sino amenazar con ella y practicarla al detal. Se llenaron estos espacios de todos esos malabarismos y amenazas que sin embargo tienen tras sí la posibilidad real de ejecutarse. Y lo más doloroso, está la gente tan atiborrada de guerra que ya ni cuenta se da que vive inmerso en ella. Que no hay tal cosa de una primera, segunda o tercera. Sólo hay picos en su desenvolvimiento. Sólo hay estadísticas, como bien lo dijiste hace poco, que determinan el calificativo exacto que le dan los especialistas. Y el que elige de qué parte ubicarse en una contienda tan real como surreal. Tus textos tienen la magia de la provocación, la palabra va al centro, desde los círculos concéntricos del agua cuando la toca un guijarro. Y desde allí desata, despierta, incentiva, y hace volver sobre lo tanto que, desapercibido, horada con persistencia nuestra alegría. De nuevo, Albert, gracias por la posada y este compartir de alas.
J.L. Ferraz: Habría que pedirle a Botero que hiciera una escultura del soez dictador venezolano. Una escultura realmente oronda, donde quepan todas las excusas que ese Sr. da para defender su autocracia y el robo de libertades...
El socialismo del s. XXI que defiende esta garrapata de lo bolivariano, con su democracia participativa y protagónica de mentirijillas. No es otra cosa que la grotesca mascarada de una dictadura militar.