miércoles, 8 de septiembre de 2010

¿HUMOR NEGRO EN LOS POETAS?





















Alejandra Pizarnik escribe en sus Diarios*, en la nota del 8 de marzo de 1961:

El más grande misterio de mi vida es éste: ¿por qué no me suicido? En vano alegar mi pereza, mi miedo, mi olvido (se olvida de suicidarse). Tal ver por eso siento, de noche, cada noche, que me he olvidado de hacer algo, sin darme bien cuenta de qué. Cada noche me olvido de suicidarme
Y ahora es de día y cómo voy a matarme si tengo que ir a la oficina...

"Cada noche me olvido de suicidarme", parece una frase de humor negro. ¿Humor negro en los poetas? En algunos: Catulo, F. Villon, Quevedo, Rimbaud, Lautréamont, Oliverio Girondo, César Vallejo, Fernando Pessoa, Nicanor Parra...
Teniendo en cuenta que Pizarnik, en sus Diarios, nos habla también de su sentido del humor, un humor entre surrealista y negro, estas frases: "Se olvida de suicidarse", "Cada noche me olvido de suicidarme" y "Cómo voy a matarme si tengo que ir a la oficina", hubieran podido figurar en aquella Antología del humor negro, de André Breton.

Por otro lado, también es interesante ver cómo Alejandra Pizarnik, a lo largo de las notas de sus Diarios, se va convirtiendo gradualmente en un ente o personaje de ficción, más literario que real, de lo que ella misma es consciente:

La vida perdida para la literatura por culpa de la literatura. Quiero decir, por querer hacer de mí un personaje literario en la vida real, fracaso en mi deseo de hacer literatura con mi vida real, pues ésta no existe: es literatura. (11 abril 1961).

En la línea de los Diarios de Franz Kafka o de Cesare Pavese, ya lo autores convertidos en personajes de sí mismos, más literarios que reales, Alejandra Pizarnik a veces semeja uno de esos personaje de Enrique Vila-Matas, cuya identidad está hecha de pura literatura, de referencias literarias. Es decir, tienen o se esconden en una identidad ficticia, construida a base de lecturas, como si hubieran adoptado una falsa identidad de literatura más que de vida real, o en sustitución de la identidad real. Vidas adoptadas: vidas ya de ficción, que son vividas en función de lo literario, en función de lo leído y escrito, hasta convertirse en pura vida literaria propia, desconectada de la vida cotidiana, irreal o, mejor, surreal.
Por consiguiente, y arriesgando el comentario, podríamos considerar que el acto final en la vida de Pavese o Pizarnik, es decir, el suicidio, es también el último gesto de un identidad literaria que cumple con el destino de lo escrito. Un gesto vital y trágico, pero también radicalmente literario. Un gesto, podríamos decir, que representa de modo trágico lo anunciado, lo escrito a lo largo del tiempo en sus respectivos Diarios: sin humor -o con mal humor despiadadamente lúcido- en el caso de Pavese, con humor negro y surreal en Kafka (su enfermedad, deseada, fue como un suicidio), y también con humor negro y del absurdo (humor erótico a veces) en Alejandra Pizarnik, que nos dice en una reseña:

Actualmente, el humor literario es de un "realismo" que sobrecoge. Reconocido el absurdo del mundo, se hablará en su mismo lenguaje: el del absurdo. O sea: realiza un incisión en la llamada "realidad" y engarza un espejo.
(de "Humor y poesía en un libro de Julio Cortázar: Historias de cronopios y famas")**


*Alejandra Pizarnik, Diarios
(Edición de Ana Becciu, Ed. Lumen, Barcelona, 2003)

**Alejandra Pizarnik, El deseo de la palabra
(Ed. Antonio Beneyto, Col. Ocnos, Barcelona, 1975)


El suplente del copista

8 comentarios:

  1. Son muy interesantes las dos ediciones sobre Pizarnik. Los "Diarios", en la ed. de A. Becciu, son extraordinarios por su lucidez.

    Lectora

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  2. Descubrí a Alejandra Pizarnik leyendo "El deseo de la palabra", en aquella maravillosa col. "Ocnos". Me impactó su mundo.

    Un lector

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  3. En sus "Diarios", Pizarnik nos ofrece su propia construcción literaria como autora, con sus dudas, sus genialidades, su ego-poético, sus debilidades, su perplejidad por todo. Una luchadora de la palabra.

    Insurrecta

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  4. Alejandra Pizarnik es una de las poetas más interesantes del siglo pasado. Su mundo es profundo y misterioso y el dominio de la palabra que demuestra es una lección poética inigualable.

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  5. El suicidio es algo muy serio. No creo que, en los escritores suicidas, se trate de una "pose literaria", de la última pose literaria, como sugiere El suplente del cronista.

    Artesana

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  6. En modo alguno ha hablado ni he sugerido nada parecido con la llamada "pose literaria", como dice el comentario de "Artesana". He hablado del suicidio de un escritor como un posible gesto, no sólo vital y trágico, sino también poético, literario. El último gesto de un escritor, el suicidio como el gesto más radical, como la última representación de su rechazo a la realidad, que es también un rechazo literario. Escribe Pavese al final de su Diario, "El oficio de vivir":

    "Todo esto da asco.
    No palabras. Un gesto. No escribiré más."

    Pero también aquí, ahora mismo, en el último gesto, ha necesitado escribirlo antes. Primero lo ha anunciado, lo ha escrito, y después lo ha llevado a cabo, cumpliendo lo escrito. Ha escrito la palabra "gesto", y más tarde lo ha realizado, lo ha cumplido: literatura y vida, hasta el final. Estoy hablando de escritores "auténticos y trágicos", y no de las poses de salón de los imitadores.

    El suplente del cronista

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  7. A mí me parece entenderlo así:
    Aquellos artistas, aquellos pintores, poetas, novelistas, músicos, que se identifican demasiado con la vida y las obras de los autores que admiran, con los genios que los han precedido, pueden caer en la tentación de repetir sus gestos, sus acciones, incluso repetir su literatura (en esta caso, no sería un plagio, sino un acto de devoción, involuntario o voluntario). Esto suele ocurrir en la juventud de los creadores, hasta que éstos se independizan. Después, siempre les podrá quedar como una nostalgia, un residuo de tentación de emular lo admirado. La ironía, en estos casos, será lo más saludable para reducir los efectos nocivos de las imitaciones.

    Fan de poeta

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  8. ¿Quien no ha pensado alguna vez en el suicidio? Los escritores también, la diferencia es que ellos "nos lo cuentan", algunos antes de suicidarse, otros cuando lo piensan aunque luego nunca lo hagan. Los que no escribimos, o mejor dicho los que no publican, lo piensan, quizás lo dicen a sus allegados pero no pueden hacer su deseo público.
    Yo creo que de pose, nada
    esperanza

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