Paral.lel, Paralelo. Un enjambre de líneas, cartografía de formas, un mapa de signos vivos, colmena o, mejor, hormiguero, barrio de hormigas, de individuos que vemos apenas, de calles que imaginamos.
Máscaras que se multiplican, un sinfín de dobles sin fin, el poeta y su doble que se entrelazan y se separan sobre el papel, en tinta negra, o en blanco sobre cartón, o a lo largo de secuencias de película, de diapositivas o de vídeos. Todos los dobles y el artista y el poeta, todos juntos y doblados, dibujados a plumilla en el papel extendido o también doblado. Las dos caras, los mil y un rostros, la multifaz del arte que se reduce cada vez más, hasta desaparecer de la vista: punto final, punto dibujado, punto doblado al final, punto puro. Barrio de líneas, de gente que va de un punto a otro en línea curva, en línea rota, fragmentada. Hasta el punto final grabado en el blanco del papel.
Apariciones, desaparición, apariciones que van desapareciendo. Sin palabras o con palabras reducidas de tamaño, casi invisibles, en el escenario que nos lleva, hormigueando de un espacio a otro, desde el Moulin Rouge de París hasta El Molino de Barcelona, demolido, "enderrocat" (salvo la fachada), con 18 lienzos de decorados de El Molino arrojados a un contenedor del Paralelo.
18 telones de teatro, 18 figuras abandonadas de cabaret, que el artista recuperó mientras investigaba de incógnito por el barrio, espiando, el artista/desertor merodeando por el Paralelo, tramando emboscadas al arte. Como en la canción de Boris Vian, El desertor, cuya letra reproduce Benet Rossell en una estampa-recordatorio de su instalación, Vetlla, velatorio.
Micro-teatro, micro-ópera de derribo, en las Halles demolidas de París, o performance en el Paralelo, miniaturas de la realidad humana y social, realidad microscópica bajo el antifaz, movimiento, actividad con máscara, como en un vano intento de querer huir de la mirada escrutadora.
Caligrafía poética, acción múltiple de lo mínimo, figuras que viven, que se refugian y se reproducen en el escenario de lo más pequeño, con voluntad de no-ser, de no ser nada, como queriendo vivir en un itinerario de la estrechez ("Acepto vivir en la estrechez", nos dice en una de las obras).
Derribo de la forma y aparición de máscaras, artista enmascarado dibujando lo que no se ve a primera vista, o escribiendo lo que no se puede ver.
Viñetas, y dentro de las viñetas más líneas quebradas, líneas que dibujan a los personajes quebrándose, líneas dibujadas que al romperse atraviesan los límites de la hoja de papel, que resquebrajan el marco de las telas cuya pintura no podremos ver -cuadros embalados unos contra otros en las estanterías del almacén, sólo podremos adivinar un poco de color a través del embalaje.
"Diario residual", como escribe él mismo, pero se trata de residuos donde cabe todo lo vivido, siempre que todo sea también lo minimo: forma minúscula, o la medida del hombre que, como decía Vázquez Montalbán parodiando a los clásicos, es la medida de todas las cosas, sí, pero de todas las cosas pequeñas.
El poeta, el artista, pasen y vean a Benet Rossell en el Micro-Teatro de sus miniaturas surreales, pero cotidianas, vean sus caligrafías animadas en el espacio de lo mínimo.
El suplente del cronista
Muy interesante la exposición de Benet Rossell. Tiene un mundo o micromundo original, es decir, un estilo propio dentro de las vanguardias. No todos pueden decir lo mismo.
ResponderEliminarEspectadora de criptogramas
Esta instalación, "Paralelo Benet Rossell", no me ha resultado monótona, aburrida, a diferencia de otras exposiciones. Excelente artista y poeta performance.
ResponderEliminarArtista joven
Es el poeta-artista plástico de Barcelona que más me interesa, trabajando al margen de grupos poéticos y artísticos. Su microcosmos es de una gran riqueza gráfica y formal para quien se detiene a contemplarlo. Rompedor incluso hoy, en tiempos de conservadurismo estético.
ResponderEliminarOtro espectador
Hay muchos "tontos divinos" que van de modernos, de surrealistas, de vanguardistas. Pero Benet Rossell es un trabajador de las vanguardias, un investigador, como diría J.V. Foix.
ResponderEliminarTrabajador de la palabra
A mí no me interesa el arte moderno, ni vídeos ni instalaciones.
ResponderEliminarEscéptico
Cada uno con sus tradiciones. A mí me atrae mucho la fuerza rompedora, aún, del arte moderno, de las vanguardias como tradición/antitradición vanguardista, es decir, rompedora, no imitadora de las vanguardias anteriores.
ResponderEliminarExperimentador
Si aceptamos la tradición milenaria del arte clásico, de la mirada y la narración clásicas, ¿por qué despreciamos la tradición de las vanguardias que apenas tienen un siglo?
ResponderEliminarLa vanguardia como tradición-innovación rompedora de lo nuevo, en cada época, frente a la tradición milenaria del arte tradicional, antiguo, no rompedor de nada.
Voluntad rompedora
El arte vanguardista es voluntad y forma de experimentarlo todo otra vez, en busca siempre de nuevas formas y contenidos. El arte tradicional es el museo de la repetición, de lo mismo, de la muerte del artista.
ResponderEliminarPero el arte vanguardista ha de ser experimentador, investigador de lo real y lo surreal, y no el productor para el negocio de las falsas vanguardias.
Vanguardista del siglo XXI
Paradojas del siglo.
ResponderEliminar"Receta del cliente culto:
Música contemporánea, regada con vino espumoso, sí.
Pintura y escultura modernas al horno, sí.
Fotografía, cine y vídeo de vanguardia al vapor, sí.
Pero la Poesía, la queremos a la parrilla tradicional.
Y la narrativa, más conservadora aún, a la brasa convencional".
Chef de cuisine postmoderna al vacío
A la parrilla, salpimentados, los novelistas y poetas que aún se atreven a decribirnos los paisajes (y personajes) que nos han descrito los poetas y novelistas durante más de dos milenios. Menos mal que hay las variedades del cambio climático...
ResponderEliminarLectora aburrida
Hay mucho croar de rana, ¿no es cierto?, con metáforas y rimas batracias:
ResponderEliminarCada renacuajo tiene su cuajo.
Insurrecta de las artes y las letras
Al describir un paisaje, al cantar un sentimiento, describo mi paisaje, canto mi sentir, de acuerdo. Pero, me pregunto: ¿por qué he describir el paisaje y cantar mi sentimiento como lo han hecho a lo largo de más de 2000 años? ¿No puedo aportar algo más que la mera repetición de estructuras lingüísticas aplicadas a mi sentir?
ResponderEliminarEl artista del trapecio
Exposición magnífica,
ResponderEliminarvanguardia total,
poesía libre,
investigación formal y de contenidos,
Felicitación al artista.
Francesc Cornadó