Hay clientes en el restaurante casero del barrio que discuten sobre las revoluciones que han fracasado por miedo. El miedo que tienen los dirigentes al día siguiente, al día posterior al triunfo de una revolución: el miedo a perder el poder, a perder el dominio de la nueva situación política, que les hace reaccionar suprimiendo libertades y los convierte en nuevos dictadores, semejantes en muchos aspectos a los que habían eliminado en la lucha revolucionaria.
Otros comensales consideran que algo parecido ocurre también en la nuevas democracias, donde la libertad se confunde con la sed de poder de los partidos políticos, que marean la perdiz de la democracia hasta volverla loca, y confunden a propósito la separación de poderes ejecutivo, legislativo y judicial. A río revuelto, ganancia de pescadores.
En principio, añade otro, era buena la práctica democrática de alternancia de los partidos en los gobiernos. Pero aquí también se ha producido una corrupción política, añaden: la de querer detentar siempre el poder político (derechas, izquierdas o centro), e intentar exterminar al otro. Esta voluntad de poder, de exterminio del oponente, es lo que ha hecho fracasar a la democracia, y a la política en general tal como la conocemos, comenta una mujer que ahora entra en la discusión.
Al final, en el bar, todos opinan que la víctima, como siempre, es el ciudadano que paga con su trabajo e impuestos las representaciones político-teatrales de esos señores, que nunca sabemos a qué intereses reales están obedeciendo.
Sólo sabemos lo que dicen defender y a menudo no se cumple: sus programas electorales o los derechos de trabajo y vivienda (nunca respetados) y las otras necesidades del ciudadano.
Se ha hecho trampa política, dicen, en las reglas del juego democrático al convertir al adversario político en enemigo a exterminar.
Señores, hagan juego y apuesten, ¿quién saldrá perdiendo?
Por favor, otra copa de anís.
El suplente del cronista
En el siglo XXI habrá que buscar otras soluciones políticas, más autogestionarias, más directas, donde no haya esta fosa que separa a los políticos profesionales (que hacen política cobrando) de los ciudadanos (que hacen política sin cobrar, opinando y votando). Más autogestión no significa anarquía caótica.
ResponderEliminarCooperativista
Un poco de anarquía tampoco nos vendría mal. Después del fracaso del socialismo, del fascismo, del comunismo, del capitalismo, y con la democracia corrompida, creo que iría bien un poco de autogestión política. En realidad, el anarquismo es la única teoría política, la única utopía que nunca se ha realizado plenamente en ningún país. Pero ahora no hablo de anarquismo (le sobra el "ismo"), sino de una sociedad más autogestionaria, y donde los políticos, cobrando un sueldo normal como los demás trabajadores, se limitaran a gestionar lo que propusieran las cooperativas de todo tipo, economía, enseñanza, sanidad, trabajo, vivienda, etc. Es decir, una política más directa, donde los gestores políticos estuvieran controlados por los ciudadanos.
ResponderEliminarIndependiente
Ser político no debería ser sinónimo de empresario y de enriquecimiento patrimonial. ¿De dónde sale el dinero para comprarse tantos pisos, fincas de millones de euros (antes eran pesetas), vestidos, joyas, etc., etc.? Los políticos, cualquiera que sea su ideología, ¿no son en general demasiado amigos de los banqueros? ¿A qué viene tanta relación? Y además, las grandes pensiones vitalicias que reciben luego, al retirarse de la política activa: que también reciben a través de los Bancos, que llevan el dinero recaudado por el Estado y el de los clientes de un lado a otro, ¿y para quién son los beneficios, a quién abonan los intereses bancarios por manejar tanto dinero de los ciudadanos).
ResponderEliminarContribuyente
A pesar de todo, hay que confiar en la democracia. Mäs allá de los políticos corruptos, los jueces-star, los fiscales-estrella y los religiosos dogmáticos, que se ocupan de todo menos de la actualidad, de lo que la gente necesita aquí y ahora. Menos presumir de demócratas y justicieros, y más sentido de la realidad de hoy, que es mañana.
ResponderEliminarPragmático
Quiero decirle al colaborador "Pragmático", que critica a los jueces-star o estrella, que yo estoy a favor de las investigaciones del juez Garzón sobre la "Memoria histórica". No creo que quisiera investigar y abrir las fosas por hacerse una fotografía con los presuntos huesos de García Lorca, como dicen sus detractores.
ResponderEliminarJusticiero
Pero no me negará el "Justiciero", que dicho señor juez es muy aficionado a las fotografías y a las poses de justiciero-redentor del pasado. Si vamos a abrir las fosas y a hablar de crímenes de guerra, hablemos sin tapujos de los crímenes que cometieron los dos bandos, ¿o es que se trata sólo de hacer un balance parcial de las víctimas? Hay familias que tenían hijos, parientes, en los dos bandos enfrentados, desaparecidos todos. Los gestores de la "Memoria histórica" (que ahora también tiene sede en Catalunya) ¿buscarán a todos los muertos y asesinados, sean rojos, blancos o negros (negros, anarquistas asesinados por los fascistas y los soviéticos españoles? ¿También buscarán a Andreu Nin y a otros del POUM, desaparecidos y muertos en Las Ramblas de Barcelona?
ResponderEliminarAnarco
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ResponderEliminarSon discusiones de bar. Son una pérdida de tiempo. Mientras se discute, el gran capital multinacional va atesorando divisas, sin embargo es mejor que en el pequeño foro del barucho se comente sobre la marcha de la democracia que sobre la marcha de los equipos de futbol. Detrás de tantas copas y victorias no hay más que alienación.
ResponderEliminarDe todas maneras pensemos que si alguien que entre en el bar pensando que la aurora rompe al amanecer, saldrá pensando que esto es así y que no hay quien lo cambie, aunque otros se hayan esforzado para convencerle de que la aurora es el principio de un nuevo día de lucha.
Y así, ir tirando cada uno pensando lo que pensaba.
Tutto è perdutto.
Francesc Cornadó
República Barataria
No estoy de acuerdo. La discusión es necesaria. Y aunque algunos se empeñen en querer tener razón a toda costa e imponerla, siempre habrá otros que participarán de la discusión abierta. Sin consenso, sin concordia (como decía Cambó), la democracia no es posible. Díce el economista hindú Amartya Sen que en algunas democracias, aunque tercermundistas e imperfectas, es posible prever y corregir la hambruna gracias a cierta libertad, a la discusión en los medios de comunicación que permite corregir lo mal planificado. Cosa imposible de hacer en la dictaduras tercermundistas, donde la falta de libertad, es decir, de discusión político-económica, no permite corregir nada de lo mal planificado. Por ejemplo, la pobreza en Cuba, aparte los bloqueos, sería también una consecuencia de la falta de libertad y discusión sobre los planes necesarios de producción, impuestos por el Estado.
ResponderEliminarDialéctico
Hay que volver a los tiempos dialécticos, a la discusión. No vamos a resignarnos. Se necesita gente diferente para unos tiempos nuevos. Los que hay, han fracasado, políticos mediocres que nos han llevado a una economía mediocre, de crisis global. Replantear la función de la política, de la economía, de los sindicatos tradicionales (decimonónicos), volver a la ética política, a la ética económica. No todo está permitido en nombre de las victorias y ganancias de partidos políticos, religiones, Bancos, etc.
ResponderEliminarRegeneración democrática y social.
Futurista
Pienso que hay que estar con el juez Garzón. No importa que algunas de sus actuaciones hayan pecado de oportunismo. Lo que no entiendo es que lo apoyen tanto desde la izquierda, olvidando lo que hizo con Felipe González, persiguiendo a sus ministros, etc.
ResponderEliminar¿Y la izquierda abertzale también está con Garzón? Es todo bastante raro.
Justiciera