Esculturas de Rodin en Barcelona
Papel de fumar,"Quevedo"
Érase una vez un rey que de niño siempre jugaba solo. Lo llevaron de un país a otro país, lejos de la familia, donde le dijeron que un día reinaría. En su etapa de formación, no le dejaban reinar en el patio de la escuela ni en el jardín de palacio, y así se fue acostumbrando a no reinar. Tiempo después, en aquel país hubo una conjura, y el rey tuvo que salir de palacio y hacerse obedecer: hizo de rey la primera vez en su vida, y dicen que lo hizo bien, aunque le habían educado para no reinar.
Desde entonces, a veces, cuando el rey oía rumores sobre un conflicto entre los ciudadanos, tenía el impulso de salir otra vez de palacio, caminar por la calle, entrar en una tienda y hablar con los vecinos, para que le contaran la verdad de lo que estaba sucediendo. Lo hizo en alguna ocasión, pero en seguida aparecían los guardianes, los burócratas del gobierno de turno, y, con buenas maneras, sonriendo cortésmente, le recomendaban que volviera a palacio, que no escuchara más falacias ni exageraciones del pueblo, una masa siempre descontenta e insatisfecha, le dijeron.
En definitiva, le recomendaban que leyera los cuentos de Kipling (o de Andersen) y que imitara al hombre que pudo reinar, pero que no perdiera el tiempo reinando y opinando -excepto en Navidad, con los otros Reyes Magos-, y que volviera a jugar a solas, tranquilo y feliz en el patio de su casa, en el jardín de palacio.
El suplente del copista
¿De qué sirve un rey, una monarquía, aunque sea constitucional, en una democracia? Durante la transición, sirvió de equilibrio entre los distintos partidos. Una vez consolidada la democracia, ¿de qué sirve un rey al que ni siquiera dejan opinar? ¿Una simple figura decorativa, de la que echar mano en caso de nuevo desequilibrio?
ResponderEliminarUn republicano
Tal como va todo, no sé si puede decirse que la democracia está muy consolidada en España. Una y otra vez, hay partidos que siempre vuelven a levantar muros de rencor, de odio, poniéndonos siempre a la "guerra civil" como ejemplo de odio activo, sin posible "reconciliación". Por mucho que se hable de "concordia" (a la que ya apelaba Cambó), los partidos políticos, por intereses precisamente "partidistas", siempre alientan el odio, el rencor al otro, al "diferente". Los partidos políticos necesitan enemigos para justificar sus errores, su incompetencia, su voluntad de poder. Para sobrevivir, necesitan de enemigos exteriores.
ResponderEliminarUniversalista
El escritor Antonio Muñoz Molina, en un lúcido artículo de análisis político sobre la España actual, decía que, para él, no hay enemigos políticos dentro de una democracia, sino adversarios. Habría que pensar en el bien del país y no en el de los partidos. Los políticos de verdad hace ya tiempo que hubieran colaborado para sacar a este país de la crisis, como hacen en Alemania o en EE.UU.
ResponderEliminarAdversario
Profesionalizarse está bien. En política está bien profesionalizarse, siempre que no se olvide que hay que trabajar políticamente al servicio de los ciudadanos. Lo contrario no es política, sino mero trabajo sectario, partidista, para ir viviendo lo mejor posible del erario público. Lo mismo puede decirse de reyes, sindicalistas, periodistas, etc.
ResponderEliminarUn profesional
Habría que romper la distancia que hay entre los gobernantes y los gobernados. Y saber quién es el responsable exacto de lo bueno o lo malo que se aplica en la sociedad.
ResponderEliminarAh, supongo que los Obamistas y Otanistas estarán satisfechos con "la victoria militar" de sus ejércitos, de sus fuerzas militares y tecnológicas. Sólo han "pillado" a 20 talibanes. A lo mejor creían que estarían esperándolos entre la población civil en las aldeas que arrasan. ¿No saben aún lo que es una guerrilla?
Analista