martes, 24 de noviembre de 2009

VOLVIENDO A JOYCE
















Dice Samuel Beckett a propósito de Giambattista Vico, en un trabajo dedicado a la influencia de éste en la cosmovisión y estructura del Finnegans Wake, de James Joyce:

Su (refiriéndose a Vico) tratamiento del origen y funciones de la poesía, del lenguaje y del mito, como luego se verá, está tan alejado de la mística como quepa imaginar. Para lo que aquí nos interesa, sin embargo, poco importa que lo consideremos un místico o un investigador científico. De lo que no cabe duda es de que fue un "innovador". Su división del desarrollo de la sociedad humana en tres períodos: Teocrático, Heroico y Humano (civilizado), con una correspondiente clasificación del lenguaje: jeroglífico (sagrado), metafórico (poético) y filosófico (capaz de abstracción y generalización), no era en absoluto nueva, aunque así debió de parecérselo a sus coetáneos. Tomó esta conveniente clasificación de los egipcios, vía Herodoto. Al mismo tiempo, es imposible negar la originalidad con la que aplicó y desarrolló sus implicaciones.

(Samuel Beckett, Dante... Bruno / Vico... Joyce)

Por su parte, Anthony Burgess, el autor de La naranja mecánica, y gran joyciano, observa en el libro mencionado de Joyce cuatro partes o períodos: Teocracia, Aristocracia, Democracia y Acracia.
Hemos pasado por todos los períodos, podríamos añadir, excepto el de la Acracia. A no ser que la Acracia, mal entendida y aplicada, comenzara ya con el siglo XX.
También nos dice Burgess que hay que leer a Joyce quitándonos la máscara de la solemnidad, la del lector elitista, es decir, leerlo como se lee a Cervantes, a Rabelais, como si leyéramos el Tristram Shandy, de L. Sterne, a quien Joyce cita en más de una ocasión (también en Finnegans Wake, "uno de los libros más divertidos que se haya escrito jamás", nos dice A. Burgess, exagerando un poco, todo hay que decirlo).

El suplente del cronista

9 comentarios:

  1. Qué manía con Joyce. Será que estamos en la Pensión Ulises... A unos pocos les gusta su "Ulises"; a otros, no les gusta nada. Y ya está. La verdad, yo prefiero leer a Truman Capote.

    Una lectora sin prejuicios estéticos

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  2. Dejemos a un lado las trascendencias críticas, los coñazos eruditos. Después de haber aprendido a reirnos con Kafka, hágamoslo ahora con Joyce, sin miedo. No permitamos que los críticos nos agüen la fiesta con sus "prejuicios estéticos" cargados de seriedad, de mala lectura.

    Joven lectora que ha descubierto la risa con Kafka y Joyce

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  3. Decían mis padres que Kafka era horroroso. Pues yo lo encuentro divertido. Decían mis padres que Joyce era ilegible. Pues también lo encuentro divertido, pero con más mala leche y no tan divertido como Kafka. Humor triste, de circo, sí, como el de la sociedad humana, ¿no?.

    Un hijo kafkiano, ¿pasa algo?

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  4. No soporto a Kafka ni a Joyce. Pero me gustan los tipos que han leído a Kafka y a Joyce. Tienen algo del mundo del circo que me atrae. Por cierto, si no recuerdo mal, el personaje de "América" (o "El desaparecido"), de Kafka, acaba enrolándose en un Circo de verdad.

    Amiga de kafkianos

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  5. He leído un cómic muy bueno sobre Kafka, de Robert Crumb. Ahora estoy buscando otro sobre James Joyce. El mundo del cómic ha asimilado ya a Kafka y a Joyce, tanto en contenidos como en estructuras narrativas, mientras aún hay muchos críticos y narradores que los cuestionan, sobre todo a Joyce. ¿Qué pasa en las bodegas de la literatura? ¿El cómic ya le va por delante, descorchando champán o cava?

    Guionista de cómic

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  6. A mi me encantan los que aman a Kafka y a Joyce, sobretodo los que se sienten identificados con el primero, éstos son mi debilidad.
    Yo me quedo con Kafka y no puedo con Joyce.
    Que le vamos a hacer.
    Aprendiza

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  7. Kafkianos contra Joycianos, me gusta, no se porque se han de enfrentar pero me gusta la idea.

    De acuerdo con el guionista de comics, la primera vez que leí Ulises identifiqué un lenguaje cinematográfico, inexistente cuando fue escrito. Su buena adaptación al cine o al comic, tiene su razón de ser.
    También reconocer y lamentar que, a pesar de los pesares, no se reconozca aún la valía y talla artistica del comic. Aparentemente se la reconoce, pero el escaso debate erúdito que le sigue, la desmiente.

    Y sigo animando el enfrentamiento de las familias de Kafkianos y Joycianos, con la esperanza de que puedan aparecer unos nuevos Romeo y Julieta.

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  8. El problema de Joyce es lo mucho que perdemos con las traducciones. He leído dos en castellano, una de Salas Subirat (antes denostada y ahora ensalzada por la crítica española), y otra de José Mª Valverde (algo más puritana al traducir los términos y juegos verbales obscenos).Y una en catalán, muy fiel al original, dicen, de Joaquim Mallafré (pero su catalán me parece algo arcaizante, falto de vida). Qué le vamos a hacer, nos perdemos todo el experimento con el lenguaje original, pero dicen los entendidos que son buenas aproximaciones al original.

    Lectora de traducciones

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  9. El tema de las traducciones es muy interesante, creo que ya lo hemos tratado en otros debates y no voy ha insistir en la recreación (que es creación) hecha al traducir un texto.
    Pero sí insistir en la necesidad de valorar, criticar y analizar el trabajo del traductor, hasta el punto de incluirlo en las reseñas de los libros. Ello, además de reconocer una labor, sería un aliciente y una exigencia que nos beneficiaría a todos: autores, lectores y traductores.

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