Chagall, Detrás de casa
LA AZOTEA
De niño, ya escapándose la infancia, algunas noches de verano, en la terraza y al abrigo de lo oscuro, con ansia espiaba las ventanas vecinas.
En la azotea, Vicente descansaba al fresco de la noche, y al apoyarse en la baranda descubría mis hazañas y se regocijaba de mis chiquilladas.
Pasados muchos años, me lo contó y aún se reía de mí.
Vicente murió, junto a verdes prados sembrados de aviones.
Muy a menudo honro a los muertos y, en mi debilidad, les pido su ayuda.
Un día, recordando a Vicente, me vi en la terraza, de noche, y me vi levantar la mirada hacia arriba. No podía ver nada, la altura y la oscuridad ocultaban la azotea. Pero me pareció que arriba, ocultos, estaban los muertos, y que a veces se asomaban y se reían de nosotros.
Pero no se asoman siempre, ellos tienen sus cosas...
(Vicente, un día antes de morir, me hizo mirar por la ventana para que viera los aviones que estaban medio enterrados en el campo, junto al hospital, pero no supe verlos, como tampoco supe darle el tabaco que me pedía. Supongo que se reirá de esto, aunque lo del tabaco no creo que me lo perdone nunca.)
Luis Nadal
Me ha gustado leer la "historia íntima" (ahora recuerdo a Pavese), "La azotea", de Luis Nadal. Narrado de una manera sencilla, pero profunda, poética.
ResponderEliminarHay libros, con cientos o miles de páginas, que no saben expresar esa emoción, o la ahogan bajo una multitud de páginas y frases sobrantes, huecas.
Veo que escribir sí tiene sentido a veces.
Una lectora de la Pensión