"Desde
hace años, las pensiones no se revalorizan según el IPC (Índice de
Precios al Consumo). Todo va a la baja, al descenso, a la nada, como
la vida misma: la política, la economía, la justicia, la paz, la
convivencia, la independencia de cada uno y da cada pueblo
fundamentada en el respeto mutuo, en la no agresión", lee en el
móvil el periodista en paro.
Como
la vida misma, que va y viene, se levanta y cae, nace y desaparece,
como los vestidos y tocados de las damas y caballeros, como diría
Jorge Manrique, apunta el poeta romántico del barrio.
Esos
políticos, tan aficionados a recortar y agujerear los bolsillos
ajenos, ¿no irán también a parar al mar, como los ríos, como
todos nosotros?, pregunta la vidente.
El
pez gordo se come al chico, es la fatalidad histórica, advierte el
politólogo del barrio.
¡Todo
tiene un límite, a la lucha, pues, con las feministas, las
pensionistas y las independentistas de todos los pueblos, a
manifestarse!, como decía mi abuela, exclama la nieta de la
anarquista.
¡No
grites tanto, que tengo la gripe y me dejas sorda!, replica la vecina
taxista.
¡Viva
España, viva la sociedad civil, todos a la manifestación de hoy!,
exclama la cuñada del dentista, arrebatada.
Otra que grita, vaya pito que tiene la señora, se parece a mi madre gritando a sus novios gandules, bromea la hija de la bibliotecaria.
Demasiados gritos y poca justicia, advierte el humorista.
Otra que grita, vaya pito que tiene la señora, se parece a mi madre gritando a sus novios gandules, bromea la hija de la bibliotecaria.
Demasiados gritos y poca justicia, advierte el humorista.
"Anna
Gabriel y Puigdemont, en Ginebra, Suiza, jugando al ratón y al gato
con los poderosos", lee la hermana del informático en Internet.
La
vida, una jaula de grillos, hasta que el viento lo barre todo, como
decía mi madre, recuerda la dueña del bar.
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