lunes, 22 de agosto de 2011

EL BAR DEL BARRIO YA TIENE ABIERTO









El bar del barrio ya tiene las puertas abiertas. Han acortado las vacaciones, dice la dueña del bar, por la crisis y también por aburrimiento: ella y su marido ya estaban hartos de tanta playa y tanto sol, de tantos turistas y de tanto ruido. Siempre el mismo sol, cada día, y siempre los mismos turistas y el mismo ruido, cada día y cada noche, como si todos los habitantes del verano estuvieran clonados. 
Sin embargo, las guerras no se van de vacaciones, ni se aburren los gobiernos con tanta deuda pública corriendo de un lugar  a otro, como atletas persiguiendo al dinero que se esfumó de la pista, comenta la sobrina de la peluquera.
Sí, hemos perdido su pista y aquí no hay quien lo encuentre!, exclama el humorista del barrio.
A diferencia del petróleo, añade la nieta del anarquista, que siempre está en su sitio, a pesar de las guerras y gobierne quien gobierne. Hay guerras, cambian los dictadores, cambian los gobiernos, pero el petróleo sigue ahí, explotado por los mismos, por  las mismas Compañías petrolíferas de siempre.
Como la poesía, cuyo manantial fresco sigue siempre ahí, haga el tiempo que haga, y a pesar de esos poetas que la maltratan y abusan de ella, advierte el poeta romántico del barrio.
Ya estamos otra vez con la poesía!, dice el humorista del barrio. Ni las vacaciones han reducido la inspiración ni las preocupaciones estéticas de nuestro amigo.
Un respeto, caballero!, que ya peino canas y tengo una antología publicada, responde el poeta.
No era mi intención ofenderle, se disculpa el humorista. Pero con tanta deuda pública y privada, con tanto sol y petróleo derramado a manos llenas, a uno se le va el santo al cielo, como si fuera el Papa en plena tormenta.
Eso es. Sólo faltaba el Papa y sus amigos y enemigos. Me obstaculizaron el paso y no pude llegar a tiempo a una cena de despedida, dice la hermana del informático, que ha pasado unas vacaciones en Madrid.
No se pongan estupendos ni sean tan frívolos, que soy creyente!, dice la dueña del bar. Este otoño será de lo más caliente, y el invierno no habrá quien lo soporte.
Ya veremos, dice la sobrina de la peluquera. Esperemos que todo mejore un poco y vengan más clientes a la peluquería, y no soy creyente.
Pase lo que pase, el petróleo continuará derramándose en las mismas manos y no debemos preocuparnos demasiado. Tendremos el confort asegurado, quienes lo podamos pagar, claro!, se burla el humorista del barrio, nos dice adiós y sale del bar.
Humoristas, gente de mala educación, sentencia el poeta romántico del barrio. 
Otro café, pide la sobrina de la peluquera. Y bienvenidos al trabajo.
O al paro, concluye la dueña del bar, y sirve otro café.

El suplente del cronista

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