lunes, 9 de febrero de 2009

EL REGRESO DEL SOPLÓN

Kirchner, La calle


















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Dadas las circunstancias y la polémica suscitada últimamente, quiero manifestar que, en mi condición de soplón, no debo tener prejuicios de raza ni de lengua. Me vendo al mejor postor, a quien pague mejor le doy mejor información. Están avisados todos los interesados en mis ofertas de secretos.
Por si lo habían olvidado, vuelvo a mi tema, el "soplo poético", y reescribo la información que ya fue enviada en su día y no debidamente atendida:


Un informe urgente para comunicarles que, en caso de necesidad y si la cosas van a peor en el ámbito más resbaladizo de la corrupción poética, dispongo de un sobre cerrado, lacrado, en cuyo dossier hay una grabación de “infidelidades” y una lista con los nombres de los corruptores de poetas. Tanto la grabación como las listas ponen al descubierto las actividades varias de corrupción, camufladas en el mundo del periodismo literario o no, de las editoriales literarias o no, e inclusive en el ámbito de la propia actividad poética o no, que desarrollan día a día los poetas en el marco poético del campo o calle susceptibles de mayores atributos poéticos para la Poesía
-valga la redundancia poética para un mejor entendimiento y denuncia de los fines antipoéticos que llevan a cabo los corruptores de poetas, de esos poetas líricos, épicos o cívicos que, con grande esfuerzo poemático, escriben poemarios o libros de poemas de auténtica poesía lírica, épica o cívica, valga la redundancia de la redundancia anterior en materia poética.
Su fin más inmediato, pues, es la inoculación de una substancia venenosa en el espíritu y en el trabajo de los buenos poetas, paralizándolos a perpetuidad.
Su fin posterior, y más ambicioso, la propagación de una epidemia general que provocaría la destrucción de todos los poetas dignos de tal nombre, malogrando el brillante futuro frutal madurado de la poesía: el Huerto inmenso, de incalculable valor, digno del viejo Parnaso, caería en manos de los corruptores y empresarios cultivadores de simulacros poéticos, transgénicos, que invadirían las tiendas del libre mercado, sin compasión ni contemplaciones.

Sabemos por experiencia detectivesca que, a lo largo de la historia de las ideas y el poder, la mente humana ha sido capaz de urdir cualquier maldad e ideología tanto en el noble ejercicio de la agricultura como de la poesía, y de cometer los peores crímenes en nombre de la belleza y la felicidad, en nombre de las musas y del corazón, órgano invisible de los amantes (primer órgano o segundo en el canon poético-amatorio, depende de las estadísticas "Bloom"). No seamos, pues, ingenuos ni faltos de previsión ante esa organización delictiva que atenta contra los órganos más poéticos; contra los más sagrados y telúricos (relativo a la tierra) principios de la poesía de toda la vida, si bien modernizada y adaptada a las necesidades perentorias de cada tiempo y lugar
-pero siempre rígida en la forma y de sano mensaje en el fondo, como me ha sido dado comprobar al tener que examinar o sexar, por imperativos de mi trabajo, órganos textuales de uno y otro lado (mejor, bandos) del cosmos poético.


El sobre en cuestión, que sólo estará a disposición de las Brigadas de Anticorrupción Poética, se halla actualmente custodiado en la caja fuerte de una sucusal bancaria de provincias. Lo hago saber para que ningún corruptor disfrazado de poeta, con la excusa de solicitar un crédito para mayores infidelidades de todo tipo, haga gestiones en las bajas y altas esferas para acceder al contenido del sobre lacrado.

Además, para prevenir un posible atentado contra mi vida y mi destino de soplón, les hago saber a los interesados que tengo un amigo, muy íntimo, que está al corriente de todos mis trabajos de información, amigo que es, para mayor seguridad, confidente principal y favorito del comisario-jefe del distrito en que vivimos.

El soplón de la Policía Científica de la Poesía

1 comentario:

albert tugues dijo...

Con tanto soplón y tanto espionaje poético, yo me pregunto, ¿dónde se esconden los poetas, dónde está la poesía? Quizá debajo de una col del Parnaso.

Janet Xirgu