jueves, 8 de enero de 2009

El día en el que Blas de Otero no apareció

Foto MCP
En más de una ocasión me he preguntado por las razones de la atracción que desde el principio he sentido por la poesía de Eduardo Moga, tan diferente a cuanto yo haya escrito. Hoy, leyendo su artículo (que está un poco más abajo, pasados los aniversarios) lo he descubierto: los dos empezamos a escribir con Blas de Otero. No creo que se nos note, ni a él ni a mí, ni nosotros mismos lo percibimos, sin embargo, un hecho así debe de tener una latencia que sea captada por otro sentido menos literal. En mi caso, descubrí a Blas de Otero en COU. Había que hacer un trabajo para la clase de literatura. Yo quería hacerlo de un poeta actual. En 1977, Blas de Otero era lo más parecido para un estudiante de COU a un poeta joven. Ni sé cómo llegué a ese nombre. Estaba en el aire, supongo. Recuerdo que rivalizaba con otros compañeros de clase, que preferían a Gabriel Celaya. Sobre todo porque se podía cantar. Hice mi trabajo de COU sobre Blas de Otero y descubrí solito el secreto de Ancia, las raíces en Unamuno y otras cosas que, al parecer, los profesores explican en las universidades. He escrito estos datos de la crónica personal sólo para situar la anécdota que quería contar hoy. En la primavera del 77 el PSUC de entonces organizó una fiesta en el Parque de la Ciudadela. Había actuaciones, lecturas poéticas, mítines, qué sé yo... de todo. Entre tantos nombres del cartel granatoso refulgía el de Blas de Otero. A las cuatro de la tarde, antes de que empezara, ya estábamos allí. Íbamos los cuatro compañeros de clase. Eran más celayistas, pero Blas de Otero, para ellos el segundo poeta más importante, bien valía una concesión. Habíamos visto alguna foto del poeta, posiblemente desenfocada, el caso es que no llevábamos una idea clara de cómo era. Pasamos toda la tarde esperando que la persona que subía al escenario fuera él. Mirábamos con atención al desconocido, por si acaso, pero nunca anunciaban luego su nombre. ¿Tal vez el siguiente? Habíamos visto todas las actuaciones, las lecturas, los mítines, y Blas de Otero no aparecía nunca. Esábamos desalentados. Nos acercamos a alguien de la organización: «Por favor, ¿podría señalarnos quién es Blas de Otero?» «Blas de Otero no ha podido venir, no se encontraba bien». Aquel día me quedé sin ver a Blas de Otero y pocos meses después Blas de Otero dejó de ser un poeta joven para pasar a ser un clásico. Años más tarde, en el 80 o el 81, conocí a Sabina de la Cruz y le conté esta anécdota. Después leí a Eduardo Moga y sentí que, aunque no se nos reconociera, nuestra orfandad compartía la misma paternidad.
JAC

No hay comentarios: